“Hoy se cumple un aniversario de una de las jornadas más trágicas para la República Argentina, como fue el 6 de septiembre de 1930, donde los sectores del poder buscaron a las fuerzas armadas para producir el primer golpe de estado que derrocara un gobierno constitucionalmente elegido por la voluntad popular. A los conservadores y a la derecha reaccionaria nunca les cerró la idea que el pueblo pudiera decidir con su voto el destino nacional. La democracia y el sufragio popular fueron una molesta piedra en el zapato de los sectores que se creían dueños de la Argentina. El acceso de los sectores populares al trabajo, al salario digno, a las 8 horas, a una educación pública, y la reforma del 18, que permitió que los hijos de los obreros llegaran a la universidad, jamás se lo iban a perdonar al radicalismo y a Yrigoyen”.
El encomillado encierra parte de las declaraciones que formuló el ex diputado nacional radical Fabián Rogel, para recordar el golpe de Estado contra el presidente Hipólito Yrigoyen, cuyo derrocamiento permitió borrar de la agenda pública los intereses de los trabajadores y sectores más vulnerables.Rogel reivindica a Yrigoyen, denosta el proceso de restauración conservadora que se inició en 1930 y que volverá a expresarse con otros asaltos a la voluntad popular.
La fecha invitó al cruce de preguntas y conceptos. “Es el 6 de septiembre menos recordado desde la recuperación de la democracia”, se lamentó el dirigente radical.
Revista Contexto dialogó con quien fuera convencional para la reforma de la Constitución entrerriana de 2008. Defendió la idea de reivindicar a Yrigoyen a través de los discursos, pero, más que nada, mediante posturas políticas que beneficien el interés del conjunto de los argentinos. Lo que Rogel llama grandes intereses nacionales.
-Hoy se recuerda el golpe de Estado de 1930 y el derrocamiento de Yrigoyen. ¿Cuánto de esa matriz conservadora permanece hoy en la estructura de la sociedad argentina?
-Digamos lo siguiente: toda nación tiene proceso. En la Argentina el primer proceso fue el libertario, que comenzó en mayo de 1810 y culminó el 9 de julio de 1816. Después, sin entrar en mayores detalles ni opiniones, diremos que vino el proceso de Organización Nacional, que culminó con la sanción de la Constitución en 1853. Y el otro proceso que faltaba es el proceso democrático. Es decir, la selección de los gobernantes mediante el voto popular. A ese proceso lo trajo el radicalismo, de la mano de Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen, Aristóbulo del Valle, entre otros. A ese proceso se la logra en la mal llamada Ley Saenz Peña, que debió haberse llamado Ley Yrigoyen.
Ese proceso culmina, con la asunción al gobierno de Yrigoyen, el 12 de octubre de 1916.
Las realizaciones hechas por Yrigoyen son los elementos que motivaron el golpe. Lo que está en disputa siempre es el poder. Al poder no lo inventaron los partidos políticos. Es más, en muchos casos el poder se ha desarrollado al margen de los partidos políticos. Y en ese marco hay que considerar que a la derecha argentina siempre le ha molestado que el voto del peón valga igual que el voto del patrón. Y que el más humilde de esos criollos, sin el patrón que le robara la libreta de enrolamiento, pudiera decidir el destino nacional como los dueños de los campos. Esto siempre ha existido en la lucha de poder.
Hay sociedades que dan por hecho que para que haya una democracia avanzada se debe dar el juego democrático. Por ejemplo, en Estados Unidos, con sus enormes defectos y sus carencias, hay cosas que no están en discusión.
Aquí, en la República Argentina, hay sectores conservadores y reaccionarios que opinan sobre la posibilidad de voto calificado, o que quien reciba planes del estado o no tenga propiedad no pueda votar. Hay cosas de ese tipo que muchos no se lo dicen en público, otros que hasta se atreven
Yrigoyen vino a representar la posibilidad de que un voto signifique el derecho de un habitante a decidir el destino nacional. Y hubo por eso una disputa que se va a repetir a lo largo de la historia porque está en pugna son los intereses de una nación.
Siempre va a haber tensiones, siempre va a haber conflicto y siempre va a haber sectores y personas disfrazadas de dirigentes políticos que van a representar a esos sectores.
El tema es que buscaron, aquí y en toda América a esos falsos dirigentes, muchos educados en West Point, en Estados Unidos, como una estrategia del imperio, para dominar a los países. Y lo ha hecho endeudándolos, desestructurando sus economías y trastocando los sectores de la economía nacional para hacerlo cada vez más dependientes. De eso han tratado los golpes de Estado que se iniciaron el 6 de septiembre de 1930.
-Usted describe un momento dramático de la institucionalización argentina como fue la convalidación del golpe por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Una Corte que estaba integrada por conservadores y radicales. El radicalismo no ha quedado exento de esa integración conservadora. ¿Por qué ocurre eso?
-Radicales no había en la Corte o, mejor dicho, era una minoría que no tenía ningún tipo de decisión. Desde mi punto de vista, Yrigoyen comete el error de dejar una Corte de Justicia heredada de los conservadores. Porque una Corte que apaña gobiernos que no han sido elegidos democráticamente y que estaban dedicados a consolidar, a través de los feudos provinciales, el status quo de los privilegios no debió continuar en el ejercicio. Para mí eso fue un error porque, obviamente una vez que fue depuesto el gobierno, la Corte volvió a responder a los intereses de quienes la había puesto.
A ese error, desde mi punto de vista, lo comete también Arturo Illia, que quiso tener el gesto de mostrar que no veníamos a ocultar nada. Esa Corte terminó avalando el golpe de 1966, realizado por Onganía.
Y me atrevo a opinar que en 1983 no alcanzó con el Juicio a las Juntas. Si bien fue una decisión muy trascendente para dar un corte a tamaña vejación de derechos humanos como se dio en el último golpe, debimos hacer algo con toda la Justicia argentina.
Porque es una Justicia argentina que había jurado por los estatutos de la Reorganización Nacional. Los militares obligaban a los jueces, a los nuevos y los que continuaron, a que juren por ese estatuto.
No habrá habido capacidad política, estábamos en una democracia que debía ser consolidada. Seguramente había muchos elementos para avanzar, pero debo decir que en 1983 debimos haber hecho alguna cosa más en ese sentido.
Hoy digo lo siguiente: no es justo que en la Argentina los únicos que sigan sentado en el banquillo de los acusados sean los políticos. Y no digo que no tenga que ser así. Los políticos todos los días deben rendir cuentas. Pero hay que sentar en el banquillo de la reestructuración a los gremialistas, hay que sentar en el banquillo a la prensa y también la Justicia tiene que tener una nueva forma de organización para que los poderes económicos más importantes y los gobiernos de turnos no cuenten con los jueces de la servilleta.
Lamentablemente, la presencia de la ex presidenta (Cristina Fernández) fogoneando por detrás esta reforma de la Justicia, la empaña mucho y hace que la gente se ponga del lado conservador de no tocar la Justicia. Entonces perdemos todos.
-De su primera respuesta surge que el golpe del 30 tuvo relación con la forma de ver el Estado, con ponerlo al servicio de los intereses de los sectores económicos más poderosos y quitar de la agenda pública a los sectores populares. ¿Qué elementos en común encuentra entre el golpe a Yrigoyen y el golpe a Perón?
-El mismo. Nosotros tenemos 210 años de nación en un mundo antiquísimo. Y dentro de esos dos siglos, tenemos sólo 37 años de democracia continua.
Los golpes a los gobiernos constitucionales deben medirse por la misma regla. ¿Qué cosa más importante puede haber que la voluntad popular? Sin embargo, aparecen con fuerza los intereses de los poderosos que se sienten tocados.
Los elementos se repiten y lo que está en juego siempre son las cuestiones de poder: a quién perjudica y a quién beneficia un gobierno. Por eso hay que recalcar que siempre es el pueblo el que tiene que decidir sobre el destino nacional.
-Dice usted que los elementos se repiten en cada golpe. ¿Observa alguna relación de aquello con el hecho de que Lula, Dilma Russeff o Evo Morales, por ejemplo, no hayan podido terminar sus mandatos?
-Cuando Yrigoyen hace el ferrocarril trasandino, llegando hasta Bolivia, no sólo está haciendo una línea ferroviaria, sino fijando que también está fijando una visión estratégica y geopolítica de Argentina con el resto de Latinoamérica.
La idea americanista tiene muchos años y, obviamente, al jefe del imperio, que es Estados Unidos, le molesta que haya coincidencias de los países cuando defienden sus intereses. Está claro que hay una estrategia de injerencia y son los ciudadanos brasileños, bolivianos, venezolanos los que tienen que decidir las cuestiones de sus respectivos países. Fíjese que los golpes se dieron en toda latinoamérica, pese a que hay matices entre los países. Eso no es casualidad. Lo que le molestaba y le va a seguir molestando al poder es que haya coincidencia en lo que se hace en defensa de sus pueblos, y en defensa de los intereses nacionales, porque eso perjudica a quien se quiere establecer como patrón.
-Para ser coherente con la historia de Yrigoyen, ¿cuál cree que debe ser la agenda del radicalismo?
-Primero el de resolver cuál es el modelo económico. No alcanza con la libertad del zorro libre para comerse las gallinas del gallinero. Además hay que dar por sentado que ser decentes, democráticos y republicanos es un valor en sí mismo que debe tener cualquier gobierno. Pero lo que urge resolver es qué se va a hacer en materia de modelo económico y en los grandes intereses de la nación. Eso no puede estar en discusión cada cuatro o seis años.
Cuando advierto que hay dirigentes que de lo único que hablan es de la república y de los valores, pero no dicen nada de los grandes intereses nacionales, les desconfío.
Entonces uno ve que cuando había que discutir a las AFJP parecían ser abogados de las AFJP. Cuando se debió fijar postura por Vicentín, el radicalismo no debió haber salido a la calle, con banderas y autos, a defender a Vicentín, diciendo que era un avance sobre la propiedad privada, siendo que, en realidad, era un contrabandista, demostrado con causas en Nueva York. Un contrabandista que además de sacar la producción primaria de nuestros gringos de Santa Fe, por el río Paraná y venderlos en Paraguay, sin control, ponía el excedente de esas ganancias en cuentas off shores.
El radicalismo no puede salir a la calle para defender a un contrabandista. Claro, si vos te acordás que un señor Nequi Caputo fue quien llevó el dinero que esa empresa le dio a Cambiemos para la campaña, se advierte lo que se está defendiendo.
Los radicales debimos utilizar esa situación de Vicentín para discutir, con el conjunto de las fuerzas políticas populares cuál debe ser el modelo de comercio exterior en la Argentina y no salir a los bocinazos para defender a contrabandistas, aún cuando el presidente (Alberto) Fernández haya planteado el asunto de manera demasiado suelta, y para mi poco responsable, a través de una conferencia de prensa.
Las discusiones que hay que dar son sobre comercio exterior. Cómo puede ser que tengamos la misma ley de entidades financieras del gobierno militar y que durante los gobiernos kirchneristas los que más hayan ganado hayan sido los bancos. Cuando vemos que tenemos la misma ley de entidades financieras del proceso militar ahí se terminan los discursos y los cuentitos.
El kirchnerismo nunca trató un proyecto en materia de entidades financieras que presenté con Gustavo Grinspun, hijo de Bernardo Grinspun, que fue el último ministro digno de Economía porque fue el que se animó a discernir la deuda legítima de la ilegítima. Esos son los temas centrales, como la educación pública también.
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Nota: la foto de portada muestra el momento en que golpistas irrumpieron en la casa de la calle Brasil, de Hipólito Yrigoyen. “Allí se encontraron con dos cuartos muy modestos, una cama y un guardarropas, y nada de los lujos que había proclamado la prensa”, expresó Rogel sobre un momento que calificó como “muy triste”.