04/10/2021 - Diario de poetas

Andrés Chabrillón, el poeta entrerriano que conmovía más allá de la comarca

El escritor Andrés Chabrillón recibió el reconocimiento de intelectuales de distintas partes del mundo. Una evocación lo ubica en la “bohemia redacción de El Diario”, pero sus referencias se encuentran más allá de las fronteras argentinas y fue un escritor de culto en Chile, Brasil, Ecuador, Uruguay, entre otros países. Fue amigo de Rubén Darío, de Macedonio Fernández, de Juana de Ibarbourou e integró el grupo de intelectuales del Café de los Inmortales.

Jorge Riani

Hacía exactamente un año que El Diario había ganado las calles. La redacción estaba todavía poblada de aquellos hombres y aquellos nombres que iniciaron la mecha de un fuego que atravesaría todo el siglo y parte del actual. Luego vendrían otras plumas, otros modos de contar. Y también la destrucción de ese medio. En aquel tiempo inicial, la figura de Andrés Chabrillón iba a resplandecer en las alusiones que de sus virtudes literarias harían los redactores y, de cuando en cuando, en las páginas que iban a dar a conocer algún escrito inédito del reconocido poeta paranaense.

Andrés Chabrillón nació en Paraná el 20 de septiembre de 1887. La ciudad se despertaba a la modernización urbana, impresa por las monumentales obras como la Casa de Gobierno, la Catedral, el Hotel Gransac o como se haya llamado por entonces. Hablamos de esa construcción que perdura en la esquina de Urquiza y San Martín a la que por años los paranaenses llamamos simplemente “Flamingo”.

La vida del poeta se apagó el 7 de octubre de 1968 en Buenos Aires. De modo que por estas horas se cumplirá el medio siglo y un lustro de su muerte en la ciudad que lo vio consagrarse como escritor de culto. La foto de Chabrillón que ilustra la portada de esta revista digital, fue tomada en Granada, entre 1908 y 1909.

“Es considerado uno de los adelantados del Creacionismo que se encendió en Huidobro y Reverdy. Manejó lo histórico, lo concreto, lo pintoresco, lo objetivo, lo artificial, y a veces asimiló algunos elementos del simbolismo, del Parnaso y del decadentismo (componentes básicos de su fórmula revolucionaria). Como lo haría Mastronardi en el movimiento siguiente, Chabrillón pondría una punta de lanza bien entrerriana entre la ‘Kermesse’ modernista porteña”. Eso dicen del notable paranaense algunas enciclopedias impresas y otras virtuales.

Sobre su vida de estudiante destacan que se recibió con medalla de oro del Colegio Nacional de Paraná en 1906, y que consiguió su título de abogado en la Universidad de Buenos Aires en 1913. Como Joaquín Castellano, tuvo el mérito de hacer trascender su perfil de poeta por sobre el de cargos y títulos más profanos. Sin embargo, una biografía bien documentada no puede eludir la larga lista de cargos judiciales que Chabrillón ejerció en Entre Ríos. Tampoco que fue el primer responsable de Cultura municipal de Concordia o el representante de The Jewish Colonization Association.

 Resulta asombroso ver en bocas de quiénes estaba el nombre de Chabrillón. Amaro Villanueva, en sus escritos que publicó en El Diario, reconoce que Rubén Darío recorrió Paraná en compañía del poeta paranaense, pese a que el poeta nicaragüense llegó a esta capital sin programa literario, sino quizás para visitar amigos, conocer la ciudad, andar. Y entre ese selecto número de amigos estaba Chabrillón.

En Buenos Aires frecuentaba los círculos de intelectuales, los café de escritores, y charlaba con personalidades distintas que iban desde Leopoldo Lugones o Rafael Obligado a Bartolomé Mitre, creador y dueño del diario para el que Darío escribió como corresponsal y colaborador.

No sólo Rubén Darío aludirá a Chabrillón, sino que otros consagrados hombres de letras lo tendrán como un vate de culto.

Lo cierto es que el poeta fue uno de los bohemios de Paraná.

En la madrugada del 31 de mayo de 1915 un poeta escribió sobre otro. El consagrado escritor chileno Pedro Sienna se refirió a Chabrillón.

“En la bohemia redacción de El Diario, al calor de las charlas aromadas de humo azul, chupando el mate amargo, florecía como un nardo vuestro nombre. Y la figura rebelde del bardo se recortaba en luminosa silueta ante el paisaje de encantamiento que iba allá”, escribió el intelectual del país trasandino, que se abrió espacios en las enciclopedia gracias a su labor como poeta, dramaturgo, periodista, crítico de arte, actor de teatro, productor, actor y director de cine mudo.

Evocación

“Por encima de las lenguas y las banderas, anulando las razas, cae una melancólica sombra que tiñe de un mismo matiz recóndito a los hombres. Sombra que proyecta esa absurda nube que es la divina locura del arte. Y si todos cuantos comulgando en la luna somos hermanos ¿qué extraño es que dos peregrinos poetas quieran saber del visionario que ofició las misas solitarias a la luz de una sombra?”, escribió Sienna.

“¿Peregrinos poetas? Han abusado tanto los canallas que estas palabras casi ya no dicen nada. Pero en fin. Hemos recorrido juntos las Américas. En cada plantel de ensueño libamos, ávidos, humor de melancolía y saciamos nuestros espíritus de paisajes, lamentablemente bellos. ¿Por qué? Todo es inútil. Ya lo dijisteis”.

“En la República de Chile leímos un libro raro. Una como sala oscura perfumada de lejanías, estremecida de lágrimas. Era el vuestro. La juventud intelectual chilena, exquisita y fuerte supo comprender el enorme vuelo de esos arpegios dislocados, geniales, milagrosas cajuelas de un ritmo interior, sugerentes de algo tan hondo, tan íntimo que sólo puede palparse bajo los párpados”, continuó la evocación.

En un tramo muy halagüeño para el poeta paranaense, su colega chileno evoca, le da una entidad de maestro inspirador para muchos jóvenes y alude a la ciudad de origen: Paraná.

“Vimos en ese muchacho de ojos desteñidos –escribió–, el vidente que renovará en un futuro mejor el ya ñoño y clásico refinamiento de Darío y Lugones. Sincerísimos. Cuando nuestras manos aprietan lo hacen cerebralmente. Sois para alguno de los que forman la joven literatura chilena, un maestro. Críticos como Armando Donoso, os citan parangonados con “ellos” los altísimos. Os rinden pleitesía poetas como Juan Guzmán Cruchaga, Carlos Díaz, Jorge Hüner, Daniel de la Vega, Segura Castro, etc. Vicente García Huidobro, en su último libro “La Gruta del Silencio”, hijo vuestro, os dedica una bella poesía en la que hace desfilar las trementes visiones de vuestros cantos. ¿No habéis recibido esa obra?”

“Hoy estamos en vuestra tierra: Paraná. Nosotros que creímos encontrar por vos el culto que por derecho sagrado merecéis, hemos mirado el desconocimiento como un nuevo blasón a vuestro talento”, agregó.

“Hablamos con los buenos compañeros de aquí y por ellos supimos que subisteis la calle de la amargura ante la sonrisa estulta de los miserables… En la bohemia redacción de El Diario, al calor de las charlas aromadas de humo azul, chupando el mate amargo, florecía como un nardo vuestro nombre. Y la figura rebelde del bardo se recortaba en luminosa silueta ante el paisaje de encantamiento que iba allá”, continuó para rematar: “Dentro de algunas horas embarcamos de nuevo, rumbo a la quimera. Nos llama la farándula. Hemos cumplido como hermanos”.

La nota lleva la firma de Pedro Sienna y está fechada en Paraná, durante la madrugada del 31 de mayo de 1915.

Piojo preso

Alguna vez contamos, en una nota, sobre el poeta Zaragoza, a quien se lo conocía como “Piojo”. Fue un bohemio incurable. Escribió en los principales diarios entrerrianos, santafesinos y porteños. Una noche tomó demás y descubrió su parte más temible. Ponciano Jacinto Zaragoza vivió una vida tumultuosa y desde el banquillo fue el protagonista de un juicio célebre con testigos destacados. El abogado Raúl Uranga encaró su defensa con un escrito que sintetiza una época romántica y virtuosa de la provincia.

El poeta terminó preso y eso resultó muy conmovedor para la ciudad, que reconocía en él a un gran escritor, muy irascible, pero excelente al momento de entenderse con las musas y el arte de escribir.

Andrés Chabrillón nació en Paraná hace más de 130 años y falleció en Buenos Aires.

Lo mencionamos aquí por el Pijo Zaragoza también se refirió a Chabrillón, y lo hizo en una carta que fechó en la cárcel pública de Paraná, el 15 de septiembre de 1940, y la dirige al “señor doctor Andrés Chabrillón”.

“Distinguido poeta y ofrecido compañero lírico: este día, afligido de papeles y libros malos, tengo el consuelo de releer sus poemas, que son un bálsamo y un lenitivo, porque se leen muy pocas veces versos de su categoría. La empalagosa delincuencia habitual, el funambulismo metafórico predominante, crean el obstinado fastidio que asedia al lector de sensibilidad afinada. Sus poemas, limpios, bellos y hondos, revelan en usted, al gran poeta de mucho conocido y admirado”, escribió un conmovido Piojo poeta y preso.

No hace falta agregar nada para advertir la trascendencia que Zaragoza le da a la obra de Chabrillón. “Posiblemente sea su libro, señor Chabrillón, la producción poética de más alto vuelo lírico que han producido las letras americanas en estos últimos tiempos”. Y luego admite el poeta privado de su libertad, modesto, pero sabiendo que no corresponde serlo del todo por la trascendencia de su propia obra, que “plumas más autorizadas que la mía, han hecho ya la biografía de su personalidad y de su obra”.

No hace falta decir quién fue Carlos Mastronardi, pero acaso sí se puede contar que ese poeta que refulgió también en el agraciado firmamento gualeyo de las letras, también aludió a Chabrillón en una carta que le envió el 30 de junio de 1954.

“Como todo hombre rico en experiencias y recuerdos, tiene usted naturalmente al poema elegíaco, al rastreo de un tiempo íntimo y sensible. Se diría que nuestro suave paisaje entrerriano hace casi obligatoria esa entonación evocativa y delicada. Muchos son los poetas de nuestra provincia que, al margen de las anacrónicas y épicas montoneras, siguen ahora el cauce elegíaco. Pocos son los que, como usted, dan en el blanco y comunican una emoción esencial”. El párrafo fue mecanografiado por el mismísimo Mastronardi en la carta aludida.

Silencio y rescate

La posibilidad de conocer estas cartas, todas destinadas a Andrés Chabrillón, se produce por la prolija y apasionada tarea de rescate de una de sus descendientes directas, Cristina Santa Cruz.

Cartas de León Rochambeau Naboulet, de Martiniano Leguizamón, de Eduardo Mallea, del pintor Florencio Molina Campos, entre muchos otros destacados hombres y mujeres de la cultura.

La genial escritora uruguaya Juan de Ibarbourou le envió una carta en 1963 desde Montevideo. Allí lo llama “mi egregio amigo” y le agradece sus “magníficos poemas”. “Ellos me hacen quererlo y admirarlo. ¿Cómo no llegó antes a mi ensueño?”, le escribe la autora de “El cántaro fresco”.

En 1964, el diario “Clarín” no desconocía el mutismo general de los intelectuales de entonces sobre la obra del paranaense. “Hace diez años Clarín se quejaba del silencio que rodea a la obra poética de Andrés Chabrillón, cuya armonía exaltaba. Ocurre que ese acallamiento ambiente pareciera constituir una de las condiciones que diríamos vitales en el lirismo del poeta entrerriano”, escribió Edmundo Goibourg, quien le reconoce al paranaense haber hecho escuela de poetas en Argentina, Uruguay, El Salvador, Brasil, Ecuador y, más que nada, en Chile.

Las revistas literarias porteñas mezclaban la figura del paranaense con la de poetas como Oliverio Girondo, Raúl González Tuñón, Carlos Alberto Silva, y perteneció al grupo de bohemios que solían reunirse en el porteño Café de los Inmortales, donde frecuentaba con Evaristo Carriego, Natalio Botana, Alberto Gerchunoff, Charles de Soussens, Roberto J. Payró, entre muchos otros.

Nació el 20 de septiembre de 1887 en Paraná y falleció en 1968 en Buenos Aires. Es que el poeta no ha muerto, ha dejado una vasta cantidad de escritos.