26/02/2023 - El daguerrotipo olvidado

Las intrigas que siembran las mil caras del Capitán General

Hace poco más de una década, un daguerrotipo que reproduce la imagen de Justo José de Urquiza salió a la venta por subasta en Buenos Aires. Con una base de 2 mil dólares y dos interesados, la operación se concretó en la suma de 33 mil dólares. Una cifra que no pasó inadvertida para los estudiosos que saben el grado al que el Capitán General llegó en la masonería. La noticia logró renovar, por entonces, el interés por la imagen del caudillo entrerriano, uno de los primeros protagonistas de la historia nacional que concentró la atención de daguerrotipistas y fotógrafos, al punto que también su cadáver fue registrado por la cámara.

Jorge Riani

La cifra sorprendió por lo elevada pero también por la simbología que encierra. Treinta y tres es la cantidad, en unidades de mil, que se pagó recientemente en dólares por un daguerrotipo de Justo José de Urquiza. La imagen era desconocida incluso para los estudiosos de la iconografía del primer presidente de la Confederación Argentina.

No pasó inadvertido que treinta y tres fue el grado que el capital general alcanzó en el seno de la masonería. Urquiza participó como masón desde el vértice del triángulo, si se permite la figura; es decir desde el más alto grado al que se puede acceder en las logias secretas.

Hace 13 años, la noticia de la venta de un daguerrotipo de Urquiza por 33 mil dólares no alcanzó, siquiera, a ser noticia. Tuvo nula difusión masiva, y si acaso la operación salió tibiamente a la luz para algunos exclusivos interesados eso fue porque entre los coleccionistas, llamó la atención la singular oferta en los catálogos de ventas por subasta.

Vendido al señor

La casa de remates Bullrich Gaona Wernicke sacó a remate con una base de 2 mil dólares el daguerrotipo que muestra a Urquiza de pié y con gesto en el que el poder se le cuela en la mirada.

El entrerriano posa con una seguridad y actitud que solo siendo Urquiza, quizás, hubiese sido posible en la época.

Es un testimonio histórico formidable del que no se tenían noticias. No se conoce al comprador del cuadro, pero sí trascendió –en el cerrado círculo de compradores y estudiosos– que en el salón de subasta se vivió una tensa puja que enfrentó los intereses de un coleccionista privado presente en el lugar y alguien que ofreció a través de una llamada telefónica.

Con dos mil dólares iniciales, la venta finalizó en 33 mil. ¿Casualidad en torno a un número simbólico para los masones? Para el estudioso de la masonería entrerriana y de la figura de Urquiza, Darío Gil Muñoz, sí. “Es una notable y exquisita casualidad. No hay forma de que se pueda manejar la cifra final cuando dos pujan por llevarse, en este caso, el daguerrotipo”, dijo el historiador y abogado ante una consulta de este cronista.

Justo José de Urquiza es el protagonista de la historia argentina del que mayor cantidad de daguerrotipos se hicieron. Su imagen es la más documentada porque al tiempo que el entrerriano había logrado gran relevancia, la tecnología había resuelto detener un instante del tiempo y grabarlo en una plancha de metal. Y se suma la circunstancia de que Urquiza no era reacio a esos adelantos, a diferencia de Juan Manuel de Rosas.

“Es una zoncera de los gringos”, es la frase que Gil Muñoz le atribuye a Rosas, y que habría pronunciado cada vez que le ofrecieron posar para un daguerrotipo. La imagen del caudillo bonaerense se conservó para la posteridad por los óleos.

En cambio, ya en Arroyo Grande, en los prolegómenos de la Batalla de Caseros, el daguerrotipista norteamericano Charles Fredricks había registrado la clásica imagen del vencedor entrerriano, con galera y poncho. Una de las tantas imágenes que existe.

Los estudios iconográficos del General Urquiza recogieron –dentro de los óleos– los primeros retratos inspirativos. Incluso aquellos que evocan su figura mostrando un rostro que nada tiene del verdadero homenajeado.

De talleres franceses y bonaerenses salieron figuras de Urquiza que lo muestran con pelo crespo, bigotes y atuendos exóticos. Se encargaban a la distancia y a la distancia, sin ningún elemento, se resolvían como mejor le viniera en inspiración al pintor.

En Urquiza. Iconografía, un libro que la Editorial Entre Ríos imprimió en 2003, se incluyó la figura de cuerpo entero que muestra a un irreconocible vencedor de Caseros. La Revista Pintoresca, una edición española, la tenía como gráfica de archivo para ilustrar noticias que tengan como protagonista al hombre fuerte de la Confederación Argentina. El 2 de agosto de 1852 la publicó por primera vez, en el marco de una nota titulada “Caída del dictador Rosas”.

Valor documental

El daguerrotipo llegó a Sudamérica en 1839, y con él, un interés por documentar momentos históricos y personajes relevantes del momento.

La imagen de Domingo Faustino Sarmiento yaciendo, muerto, en su sillón, revela el interés por la perdurabilidad de un momento que desaparece para siempre, de un rostro, de un último gesto. Es conmovedor ver el cuerpo del presidente sanjuanino, pero también resulta impactante que el pensamiento de alguien haya conducido a fotografiarlo. Es simple de comprender: el fotógrafo entiende que es un último instante de algo grande, la antesala de la desaparición absoluta de un cuerpo que evoca un hito en la construcción de la Argentina, una última cita con esa parte de la historia.

Otro tanto ocurrió con el cuerpo de Urquiza. El 12 de abril de 1870, en Concepción del Uruguay, se fotografió el cadáver del ex presidente. Fue al día siguiente de su asesinato. “De frente, medio cuerpo desnudo, puede observarse el labio superior, izquierda, la herida del proyectil del pistoletazo disparado por el pardo Ambrosio Luna, que derribó por tierra a Urquiza; como también, las puñaladas con que tantas saña le asestara el asesino Nicomedes (Nico) Coronel, inferidas al cuerpo ya sin vida del general”, escribió Eduardo de Urquiza, investigador de la iconografía de su antepasado, el Capitán General.

También la figura de Urquiza asesinado es conmovedora. Y aún sin vida, su gestualidad conserva un halo de autosuficiencia y poder, sin la ausencia del rastro que deja la muerte.

La necesidad de registro era tan grande, que el mismo día en que se fotografió el cadáver, el arquitecto Enrique Delor tomó la mascarilla en cera que modeló con el rostro del célebre difunto. Y lo hizo en la misma casa mortuoria en que eran velados los restos del Capitán General y gobernador de Entre Ríos.

Un Urquiza de tres cuartos de cuerpo se ve en una lúgubre foto que integra el conjunto iconográfico. Hay una muestra de vida falsa, acaso tétrica, con el brazo endurecido simulando espontaneidad.

Un estudio basado en la observación y la búsqueda de antecedentes determinaron que se trata de una fotografía tomada al cadáver del caudillo y estadista entrerriano.

“Es exacto que no hay expresión de vida en el rostro, sobre todo en los ojos, apagados y de párpados caídos; la pose es forzada y el desaliño del atuendo es notorio –hecho que sorprende en el General, tan cuidadoso en su vestir–; la manga derecha del frac da la impresión de haber sido cortada o descosida para poder introducir el brazo, y por último, se nota un retoque en el lugar en que recibiera el impacto de la bala, labio superior izquierdo, como así también manchas sobre el pómulo correspondiente. Todo ello es altamente sugestivo”, escribió Eduardo de Urquiza, al halar de esa fotografía.

Justo José de Urquiza murió hace más de 140 años, y su imagen aún concita interés, sorpresa y sugestión. Al punto de que alguien pague la inquietante suma de 33 mil dólares por el daguerrotipo olvidado.

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Sobre la imagen

Inrigante. El daguerrotipo era desconocido hasta por los estudiosos. Salió a la luz hace una década y se vendió en 33 mil dólares.

“Este retrato daguerriano presenta un notable estado de conservación. Con sus sellos intactos, y falto casi por completo de signos de oxidación. El iluminado (coloreado) de gran factura y los detalles de sus botones en dorado, permiten afirmar que se trata de uno de los retratos más notables de Justo José de Urquiza. Si bien no está firmada, el aspecto general de la pieza hace sospechar el trabajo del Estudio de Carlos D. Fredricks hacia 1852-1854. El mismo artista que realizara otros retratos de Urquiza con idéntico uniforme. Sin embargo ninguno conocido hasta ahora tiene un estado de conservación tan envidiable.

Es de lamentar que el Estado Nacional sea el gran ausente y que esta pieza de invalorable contenido histórico, pase a nuevas y desconocidas manos privadas sin escalas”. (Darío Gil Muñoz)