El sacerdote católico Juan Pablo Esquivel es un miembro de la Iglesia que ha ocupado lugares destacados dentro de la estructura clerical tanto en Entre Ríos como en ciudades italianas. En las redes sociales se dedica a canalizar un indisimulable sentimiento de odio que expresa con degradantes insultos.
Tania Acebal tendrá que dar respuestas en la Justicia por sus deseos golpistas. Se presentó a elecciones primarias este año con la idea de ser gobernadora de Entre Ríos, pero dentro del sistema democrático no alcanzó siquiera un número de votos que le permita ser candidata. Entonces, perdidosa y resentida, instó a que si en alguna ocasión Máximo Kirchner llegara a ser presidente de la república –cosa que aventuró en sus pensamientos– habría que hacer un “fatal golpe de Estado”.
Acebal logró que con su colección de exabruptos la votaran 11.600 personas en la provincia. Poco para trascender. Mucho si se piensa que son votantes que pusieron boletas con sus nombres en las urnas.
Pero los exabruptos no son exclusividad de Acebal. Es notable cómo algunas personalidades de carácter público expresan su odio en las redes sociales sin el menor temor de tener responder a los reproches que pudieran generar sus dichos. Si algunas frases o memes que publican son escandalosos ya de por sí, se suma que los envenenadores seriales de las redes se manejan con total liviandad y seguridad.
El sacerdote católico Juan Pablo Esquivel es un miembro de la Iglesia que ha ocupado lugares destacados dentro de la estructura clerical. Fue párroco (o algo por el estilo) en la céntrica iglesia San Miguel, de Paraná, y luego recaló en Europa, donde se doctoró en Teología. Con su tesis “La fe como virtud teologal fundamental en el catecismo de la Iglesia Católica”, en 2005 conquistó el título de doctor en Teología con especialización en espiritualidad, de la Pontificia Facultad Teológica Teresianum, de Roma.
En su perfil de Facebook, que es “P Juan Pablo Esquivel” suele publicar fotografías de sus viajes por el mundo y de su actividad pastoral, que en algunos momentos lo ha llevado a estar cerca de los papas Juan Pablo II, Benedicto VI y Francisco.
Es santafesino pero para buena parte de la grey católica paranaense es un miembro más de la Iglesia de la capital entrerriana, pese a que hace ya muchos años se fue a Italia.
En la red social deja sentada el criterio de participación pública y, con todo derecho de administrar su propio muro advierte: “Mi perfil ha sido pensado con un objetivo muy preciso. No es un foro de discusión, sino de formación, dirigido ante todo a todos los católicos, pero abierto a todas las personas de buena voluntad que respeten a todos sus miembros en el modo de dirigirse y opinar”.
Luego se anticipa a las posibles críticas y avisa que “los sectarios que estén solo interesados en atacar a la Iglesia, vomitar su odio, rencor y resentimiento no serán admitidos entre mis amigos, por una cuestión de veracidad: no lo son! y sus intervenciones serán borradas”.
El padre Esquivel se reserva para sí el derecho de vomitar odio. Lo hace cuando a un diputado con nombre y apellido le dice “parásito” o “animal”. Cuando se anticipa a definiciones de la Justicia al condenar anticipadamente sin fundamentos, pero llamando “ladrones”, “chorros”, “corruptos” a personas de identidad política que, está claro, pone los pelos de punta al calvo sacerdote.
Del conductor televisivo Marcelo Tinelli nunca dijo nada –ni cuando llevaba niñas a bailar a su programa, ni en la cultura del babosismo machista, ni cuando… nunca–, pero bastó que el ex periodista deportivo dijera que le gustaría estar en la función pública en el gobierno que encabece Alberto Fernández, pera que el conductor espiritual lo calificara de “porquería total”.
Junto a un fotomontaje que muestra billetes argentinos con los rostros de Néstor Kirchner, Hebe de Bonafini, Milagro Salas y Máximo Kirchner, el sacerdote católico escribió su mensaje pastoral: “Pasamos de unos animales a otros (con la segunda tanda, mis más sinceras disculpas a los animales)”.
A los dirigentes peronistas les dice “kaka”, mientras despliega su mirada piadosa a la senadora boliviana golpista Jeanine Añez. De cualquier modo, en la biografía de su Facebook no todos los bolivianos son bien tratados como la señora golpista, y a los que no ostentan poder –esos que trabajan de sol a sol en las huertas de los cordones semiurbanos– les pide que se vuelvan a su país.
A Evo Morales, según dice un posteo que publicó, lo compara con el Fernet porque “es feo, negro y amargo”, según su publicación. Esquivel está contento con el golpe de Estado en Bolivia porque con eso “se terminó el cuentito de la Pachamama” y “volveremos a lo concreto y real”. Para sortear los límites de Facebook insulta con escritos como “HDRMP” a personas concretas y nombradas.
Parafrasea al represor Astiz, insulta repartiendo el mote de “zurdaje”, reivindica el Medioevo y dice que “usarlo como insulto es signo de ignorancia”. Un mes antes de que asuma, pide a Dios que “se termine el gobierno que se viene”
Cada tanto, muy de vez en cuando, alude al poder del abrazo, y sugiere que “a los ojos tristes hay que hacerles menos preguntas y darles más abrazos”. Sin embargo, pronto vuelve a desplegar sus insultos a diestra y siniestra. No, a diestra no. La sola palabra izquierda saca los peores epítetos del pastor católico.
Entre insultos e insultos, Esquivel alterna algunos avisos parroquiales como que comienza la Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa, o recomienda páginas dedicadas a “vivir, profesar y alimentar nuestro amor al Amor de los Amores”.
De cada diez posteos, entre frases propias y memes sacados de páginas venenosas, el hombre de impecable sotana negra dedica nueve a desplegar su odio político. Y tiene una actividad muy intensa en las redes sociales. En un día puede llegar a arrinconar varias decenas de insultos. El resto se distribuye entre frases de amor, fotos de viajes, avisos parroquiales y en tiempo de campaña política apoyo al gobierno de Mauricio Macri y su “mejor funcionaria”, Pato Bullrich.
El padre del sacerdote, Alfredo Domingo Esquivel, fue funcionario y senador del la capital santafesina por el PJ. Sin embargo compartió algunos posteos con su hijo, como el que dice “Nunca más peronismo”, y muestra un dejo presionando el botón del depósito de agua de un inodoro.
Ni la Iglesia, ni ningún gobierno deben hacerse cargo de los brulotes del sacerdote Juan Pablo Esquivel. Eso sólo le corresponde a él.
Jorge Riani / Revista Contexto