Fue un apasionado sabio que gastó sus días en la selva montielera, entre las cuchillas entrerrianas, donde estudió la vegetación en profundidad. Nació en Alemania y murió en Concepción del Uruguay, envuelto en un amargo disgusto después de haber entregado su pasión a la causa colectiva de los argentinos. En esta provincia le puso nombre al lapacho rosado y describió, además, costumbres campestres y animales con su lucida pluma.