11/09/2023 - Los tacuaras contra don Israel

La decapitación de Sarmiento y un tributo al Manco de Lepanto

Son historia de estatuas. Estatuas con su carga de significados, pero son también historias que testimonian dos momentos de la ciudad. Que revelan los claroscuros que conforman la tensión entre intolerancia y arte. El común denominador de estos dos episodios se centra en el autor de las obras: el escultor entrerriano Israel Hoffmann.

Jorge Riani

A Sarmiento le pegan por derecha y por izquierda. Si izquierda se le puede llamar a la forma pseudoprogre que ama revisar la historia y distribuir motes de buenos y malos. Así, entonces, si Domingo Faustino Sarmiento tiene una estatua en Boston eso se convierte en un elemento más para aborrecer su figura.

Tomársela contra las estatuas de Sarmiento siempre ha sido materia exclusiva de los ultraderechitas tacuaras, que es como se llamaba a los integrantes de la agrupación autocalificada como nacionalista y católica, pero también fascista, anticomunista, antisemita y antidemocrática.

Durante 1955 y 1965 cometieron varias fechorías en Paraná y algunas otras acciones delincuenciales graves: atentados a personas y edificios. Cada 3 de febrero tiraban bombas de alquitrán contra el Monumento a Justo José de Urquiza, porque en esa fecha del año 1852 el entrerriano derrocó a uno de sus dictadores predilectos: Juan Manuel de Rosas. Amaron a Rosas como también amaron a Francisco Franco.

En Buenos Aires, como reacción a la ejecución del genocida nazi Adolf Eichmann, los tacuaras secuestraron a la estudiante Graciela Sirota. Una jovencita de 19 años, con militancia de izquierda a la que torturaron en una seguidilla de golpes que terminaron con la marca de una esvástica provocada con una cuchilla. Corría el año 1962.

Dos años más tarde asesinaron a otro estudiante, también de militancia izquierdista y apellido judío, Raúl Alterman. En Paraná caló hondo el movimiento tacuara porque aquí recalaron algunos de sus siniestros inspiradores.

Ataque y destrucción

En Paraná hubo un atentado contra una estatua de Sarmiento con la firma registrada de los tacuaras. Un ataque que amargó las horas de su autor: el celebrado escultor Israel Hoffmann y quizás por eso, los tacuaras habrán sentido una doble satisfacción con su lamentable accionar.

El 28 de enero de 1959 la ciudad se vio sorprendida por la desaparición de la cabeza de bronce del sanjuanino, que se ubicaba en el acceso a la Escuela del Centenario desde el 11 de noviembre de 1938. El robo hizo tanto ruido que fue noticia de alcance nacional, se organizó una comisión investigativa, otra para desagraviar a Sarmiento y una colecta para construir otra imagen.

El diario porteño “La Prensa” informó que por el robo fueron detenidas dos personas, y “El Diario” hizo también un largo informe periodístico que revelaba que las personas detenidas eran Fructuoso Britos, de 71 años, y Ramón Estanislao Britos, de 19 años. Cuando la policía los interrogó, el hombre mayor dijo que fundieron la imagen y la vendieron como bronce, pero que no la habían robado, sino que la hallaron tirada en el arroyo Las Viejas. No era un secreto que el atentado era obra de la Agrupación Nacionalista Tacuara, que venía haciendo de las suyas desde hacía cinco años.

La comisión de desagravio centró su atención en Sarmiento y tomó de buen grado la oferta del escultor Luis Perlotti, de enviar una imagen hecha por él para ocupar el pedestal vacío. Eso enfureció a Hoffmann, al punto que en abril de 1959, a los tres meses del robo, estalló y lo hizo mediante una carta pública. “La comisión formada a efectos de desagraviar al prócer, tampoco ha descubierto al autor… del busto, pero en cambio, aceleradamente, sin respetar a quien también ha sido despojado ha aceptado un ofrecimiento ‘gratuito’ de un escultor porteño, que ofrece ‘un busto’ de Sarmiento, seguramente un calco, igual al que se exhibe en multitud de escuelas, plazas, bibliotecas y clubes de la República que se identifican con el nombre de Sarmiento”, escribió Hoffmann.

“Para hacerla desaparecer, los tacuaras la decapitaron. La cortaron. Y en lugar de esa obra, pusieron una de Perlotti”, reveló recientemente a este cronista el escritor y escribano Oscar Hoffmann, hijo del escultor. Se infiere que de ahí la tiraron en el arroyo y los Britos la descubrieron y vendieron como material.

Es cierto –como dice Marcelo Olmos en su libro biográfico de Israel Hoffmann– la escultura del entrerriano tiene impresa la impetuosa voluntad del sanjuanino. Es verdaderamente una joya escultórica que se perdió para siempre. Y que le provocó más de un momento doloroso a su autor.

“Durante algunos años permaneció este busto encarcelado, en el jardín de la escuela, y confieso que padecí aquella condena como ciudadano y como autor de la obra”, escribió Hoffmann.

La figura donada por Perlotti, en cambio, es la que se encuentra actualmente en la biblioteca de la Escuela del Centenario. Pero no es la única que exhibe el establecimiento educativo.

Héctor Norberto Guionet fue presidente del Consejo General de Educación y director general de Escuelas durante la gobernación de Raúl Uranga. En una reciente carta a “El Diario” recordó el día que erigieron la estatua de cuerpo entero que se ubica en la plazoleta de la esquina de la Alameda de la Federación y Tucumán.

Contó el docente que este año la escultura cumplió 50 años, que su autor fue, por concurso, José Sedlacek y que todo el bronce fue aportado por los alumnos de las escuelas entrerrianas. A falta de un Sarmiento, ahora hay dos.

“A la plazoleta donde se encuentra ubicado la llamamos ‘11 de Septiembre, Día del Maestro’ y fue espléndido escenario del acto en el que estuvieron representadas todas las instituciones de Paraná, sus centros culturales y fue presidido por el entonces gobernador, doctor Raúl L. Uranga. Miles de alumnos se dieron cita y un público muy numeroso colmó las calles adyacentes”, escribió Guionet.

La memoria de Domingo Faustino Sarmiento fue honrada, pero la gran obra de Hoffmann, como otras, desapareció para siempre.

Valoración

Si los tacuaras llenaron de oscuridad la mitad del siglo pasado, los centros culturales disiparon las tinieblas con luz, conocimiento, arte.

El Centro Cultural Carlos María Onetti valoró ciertamente la obra de Hoffmann. Amaro Villanueva, Marcelino Román, Guillermo Saraví, Ponciano Jacinto Zaragoza, todos ellos brillantes plumas que prestigiaron “El Diario”, se congregaron en ese centro.

El escritor Juan Manuel Alfaro, además de recordar que también recalaban en ese espacio Juan L. Ortiz y Carlos Mastronardi, cuando andaban de paso por la ciudad, dio cuenta de que fue una de las instituciones que más propulsó la intensa vida cultural de la que disfrutó la capital entrerriana en los años cuarenta.

Y refrescó la historia del monumento a Miguel de Cervantes, que también había sido contada en un artículo publicado en este diario en 1982 por un protagonista directo de la historia: Marcos Rosemberg.

“Los que integrábamos el Centro Cultural ‘Carlos María Onetti’ vimos aproximarse el 9 de octubre de 1947, en que se cumplirían cuatrocientos años de la muerte de Cervantes” y entonces pensaron en una estatua que, por cuestiones de costos, debió quedar limitado a un busto. Eso sí: de Israel Hoffmann.

“La iniciativa era audaz. Bastará recordar –señalaba Rosemberg en 1982 que en Buenos Aires sólo hubo un monumento cervantino hace unos cuatro años atrás, el inaugurado en el cruce de las avenidas 9 de Julio y 25 de Mayo, en oportunidad de la visita del rey Juan Carlos”.

Pero sin pomposas presencias, los intelectuales de Paraná organizaron una colecta popular.

Así lo recordó Alfaro. “En una de las primeras visitas (que hicieron los integrantes del centro para pedir una contribución) un comerciante les dijo: ‘por qué en vez de pedir al pueblo, no le piden al gobierno?’ A lo que ellos contestaron ‘porque deseamos un homenaje popular’”. El argumento funcionó tan bien que sobró dinero para hacer un acto que de marco a la instalación del busto del gran escritor.

“El busto se colocó en un pintoresco y recoleto rincón del Parque Urquiza” (en la plazoleta frente al Club Estudiantes), a pocos metros de donde ahora está emplazado, y se inauguró, el 12 de octubre de 1947, hace exactamente 64 años”, agregó Juan Manuel Alfaro. Y allí está el bronce, como homenaje al creador del Quijote y testimonio del brillo de una época de Paraná.

Fuente: “Entre Ríos Secreta” (J.R.)