09/10/2022 - La Entre Ríos de los Guevara

Celia, la madre del Che, presa política en una cárcel de Concordia

Apenas pisó suelo entrerriano fue identificada por una empleada de la Subprefectura. Le pidieron que abriera su bolso y de allí brotaron, entre la ropa, libros sobre la Revolución Cubana y unos textos de Martí y Machado. Bajo la acusación de introducir material subversivo, Celia de la Serna fue encarcelada en Concordia y trasladada a Concepción del Uruguay. Estuvo dos meses presa. Corría el calendario de 1963. Dos años antes, la misma mujer había sido la oradora principal de un acto en Paraná que hizo mucho ruido y que se recuerda en esta nota.

Jorge Riani

“Mi antiguo reino”. Con esa extraña frase refiere Celia de la Serna a su lugar de cautiverio en Concordia, donde habitó por dos meses junto a una veintena de mujeres, algunas por militancia política, otras por delitos verdaderos.  

Le imputaron que llevaba material subversivo en un momento de pleno macartismo, pero el motivo de su detención estaba claro: ser la madre del Che Guevera. “Este nuevo reino lo comparto con otras 15 personas, casi todas comunistas. No sé, o sí sé, por qué el gobierno ha querido meterme en esta bolsa”, escribió en una carta que fechó el 9 de junio de 1963 desde el calabozo entrerriano, cuando la provincia era gobernada por el militar Carlos Jorge Rosas.  

Celia de la Serna venía de la ciudad uruguaya de Salto. El viaje fluvial lo hizo en la lancha Leopoldina y enseguida, aquel 11 de abril de 1963 hizo los trámites de rigor. Frente a una empleada de la Subprefectura de Concordia mostró su pasaporte y exhibió, ante el requerimiento aduanero, su bolso. De allí brotaban libros y vestimentas personales. El agro en Cuba, El plan de Kennedy y la revolución social, Autocrítica de la Revolución Cubana, El plan de Kennedy y la revolución latinoamericana, salieron de la entraña de su maleta, según se desprende del acta que con toda formalidad marcial se elaboró como prefacio una larga estadía en la cárcel.  

Celia de la Serna de Guevara era una mujer conocida ya en todo el mundo. Ser la madre del revolucionario la ponía en la consideración de todos, pero fue mucho más que eso. Nacida en una familia de alta alcurnia, educada en un fino colegio porteño, por su casa desfilaron renombrados escritores que compartían amistad con sus padres: Gabriela Mistral. Victoria Ocampo, Roberto Arlt, entre muchos.  

Su aristocrático pasado no le llamó mucho la atención y tuvo una temprana militancia política en favor de la causa republicana, por la que tomó partido cuando la Guerra Civil Española desangraba la península de sus antepasados.  

Es probable que aquello de su “antiguo reino” con que llamaba a la prisión en Concordia no haya sido más que parte de su fresca ironía. De cualquier modo, Entre Ríos era parte de su mundo también, al que llegaba periódicamente de visita a algunas estancias, según revela Julia Constela en su libro Celia, la madre del Che.

Acaso sirva decir para saciar aquella necesidad de los periodistas de provincia en su desvelo por buscar el anclaje local, que el argentino más universal era, efectivamente, argentino por decisión política de un entrerriano. Rebuscado sí, pero vale repasar la biografía trazada por Hugo Gambini: “Ese espíritu de aventura que apasionaba a Ernesto Guevara desde su niñez era un rasgo familiar que le llegaba por la vía paterna. Sus bisabuelos habían sido buscadores de oro a mediados del siglo anterior; hombres de una audacia increíble, dispuestos a jugarse la vida en cualquier oportunidad. De una de esas aventuras nació el apellido Guevara Linch”. Y cuenta Gambini que “al producirse el derrocamiento de Rosas, en 1852, los Guevaras retornaron a la Argentina” y que obtuvieron “la nacionalidad argentina, merced a un decreto del General Justo José de Urquiza por el que se reconocía como argentino a todos los hijos de refugiados nacidos fuera del país”.  

Si acaso hay un destino que va prefigurando los hechos, debió pasar eso y mucho más para que en 1928 naciera un niño que no habría de cambiar sus rostros más salientes con que el mundo lo conoció. El niño que apenas nacido fue a pasar sus primeros días a la casa de calle Entre Ríos y Urquiza, en Rosario. Esta provincia tiene algo de “antiguo reino” para la familia Guevara. Juran en el centro entrerriano, que el guerrillero se corporizó con sus atuendos más conocidos. “Como todo mito o leyenda popular, el supuesto paso del Che por el territorio entrerriano tiene sus testigos presenciales, algunos juran poseer una fotografía que certifica el encuentro (foto que nunca llegan a mostrar), otros narran con lujos de detalles y precisiones esos contactos, hay quienes lo han visto haciendo dedo, fumando habanos en el campo, convidando vino en una pulpería”, contó Fabián Reato en una nota de El Diario donde se metió de lleno en la historia de circulación oral.  

En prisión

 “¿Reconoce como escrito de su puño y letra esto que dice Un panorama latinoamericano?”. La pregunta se la formuló el juez Daniel Albornoz Suffern a Celia de la Serna en el Juzgado de Concepción del Uruguay, donde fue indagada tras su arresto en Concordia.  

“Sí, yo lo escribí”, contestó la mujer. Le preguntaron por algunos escritos que aparecían en un cuaderno y la señora De la Serna respondió sin evasivas: “Lo que está en el final de ese cuaderno es la transcripción de una poesía de Antonio Machado y un verso de Nicolás Guillén”.  

Estaban en plena indagatoria cuando el interrogatorio se interrumpió por la llegada del abogado Roberto Guevara, uno de sus hijos, hermano del Che, que se hizo cargo de la defensa junto a otros letrados de la región.  

El expediente tomó estado público por una publicación periodística recién en 1997, cuando Daniel Enz publicó una nota en la revista Cronopio. Allí se cuenta que entre los abogados entrerrianos que atendieron la defensa estuvieron Daniel Panizza, Roberto Uncal, Héctor Rodríguez Monzón, Miguel Ángel Marsiglia, Roberto Perinotto, Lucio López y Hugo Bacigalupo.  

“Por lo demás, aunque siguen siempre aplicando métodos humillantes de trato personal, no puedo decir que haya sido objeto de ningún tratamiento terrible, ni siquiera me han levantado la voz. Es un maravilloso deformatorio. Tanto para las presas comunes como para las políticas. Si sos tibio te volvés activo, si sos activo te volvés agresivo, y si sos agresivo te volvés implacable”, escribió desde su cárcel entrerriana la madre de Ernesto Guevara.  

Cuando Antonio Tardelli azuzó al aire, desde su programa de radio, a este cronista para que vuelva sobre la historia de la detención de la célebre mujer dio, al menos, dos puntas que hicieron más fácil el trabajo: el material de Cronopio y el libro de Constenla.  

“La detención de la madre del Che es comentada no sólo en los diarios de provincia y en algunos medios nacionales. También en Cuba la revista Bohemia publica el mismo 17 de mayo información que recibe de Prensa Latina. La nota termina diciendo que la encarcelan por madre y revolucionaria”. Dos años antes de su detención, la visita de Celia de la Serna a Paraná había hecho mucho ruido. En pleno invierno de 1961 había llegado a la capital entrerriana para promocionar el gobierno de Fidel Castro. Su hijo era ministro de Industria de Cuba.  

El acto se realizó en Calle San Martín y la cortada Venezuela, lugar estratégicamente elegido por el caso de que surja la necesidad de una desconcentración forzosa. Además de la madre del Che, fue orador en el mitin el radical Santiago del Castillo, que para ese entonces ya era ex gobernador cordobés.  

“Hubo un ambiente de amenaza desde el inicio, ya cuando instalábamos el palco. Y a los dos minutos de comenzar el acto, estalló una bomba en el techo de una casa ubicada a metros de la concentración”, contó a este cronista Eduardo Broguet, uno de los organizadores del acto.  

Recordó que hubo consignas de clásica agresividad facistoide: “judíos, bolches, zurdos” por parte de los sectores nacionalistas y algunos que otros estudiantes de escuelas católicas. “Raúl Uranga era gobernador y había dado expresas indicaciones a la policía de que proteja el acto”, reveló Broguet.  

En el palco ocupaba un lugar Juan L. Ortiz y casi un millar de jóvenes seguían las palabras de la madre de Guevara. “Nosotros estábamos en la juventud radical y fuimos a escuchar. Me acuerdo que había mucha tensión y algunos manifestantes gritaban: la vieja por un tractor, la vieja por un tractor”, recordó Moisés Melijovich. La protesta aludía a que por ese entonces, era público que Fidel Castro estaba decidido a canjear un prisionero tomado en los operativos revolucionarios por un tractor para afectarlo a la reforma agraria cubana.  

El propio Uranga que ordenó cobertura de seguridad para el acto había conocido en persona al Che cuando no era más que Ernesto, o Chanchón. Así –con éste último apodo– firmaba el revolucionario argentino-cubano sus artículos de rugby que publicaba en revistas especializadas e incluso en El Gráfico.  

Ernesto Guevara, también conocido como Fuser por esos años, estuvo en Paraná para disputar un partido con el Club Atlético Estudiantes, y fue Uranga quien hizo la crónica del partido para El Diario.  

Como su hijo, Celia de la Serna de Guevara Lynch era una mujer revolucionaria también. Luchó por sus ideales y contribuyó para su causa de la mejor manera: dio a luz al más grande mito argentino, Ernesto Che Guevara.