A 50 años de la inauguración del Túnel Subfluvial que une las capitales entrerriana y santafesina, Revista Contexto acerca un manojo de anécdotas políticas entorno a la histórica jornada que terminó con la insularidad de Entre Ríos.
Jorge Riani
El Túnel Subfluvial cumplió años. Hace ahora medio siglo que la mega obra viene permitiendo entrar y salir de sus entrañas, en las profundidades del gran río Paraná, a millones de vehículos, trayendo y llevando gente entre una provincia y otra, entre Entre Ríos y Santa Fe.
La apertura del Túnel significó el final de una insularidad taimadamente prolongada por decisiones que se tomaban en la capital argentina. El anacrónico miedo a una invasión brasileña (para que las tropas invasoras queden arrinconadas en Entre Ríos, como si ésta no fuera parte de la Argentina), el gasto considerado innecesario para una provincia marginal en la toma de decisiones de la política del siglo veinte, la falta de visión histórica para advertir la llegada de un mundo integrado comercialmente, y otras prioridades en cualquier punto del país que no fuera éste, hicieron naufragar un siglo de proyectos de enlaces viales. Carpetas, estudios, planos de puentes y túneles quedaban siempre en las cabezas de sus impulsores.
Todo lo que vino y que culminó con la inauguración del Túnel el 13 de diciembre de 1969 es historia conocida, rescatada por las efemérides y transmitidas ya como conocimiento colectivo entre generaciones.
Menos se conocen algunas anécdotas o circunstancias políticas que rodearon la inauguración de la mega obra subfluvial que hoy sigue despertando admiración.
La obra es hija política de los gobiernos de los radicales desarrollistas Raúl Uranga y Carlos Sylvestre Begnis, entrerriano y santafesino respectivamente.
En el desaparecido comedor “Luisito”, con un local amplio y fresco ubicado en la primera cuadra de calle 9 de Julio, Uranga y Sylvestre Begnis sellaron con un brindis la decisión de hacer el paso subfluvial.
El anuncio público de ambos gobernadores se produjo el 25 de febrero de 1960, y el 15 de junio del mismo año se firmó un acuerdo, en Santa Fe, que tiene un enorme valor político e histórico porque por primera vez se echó mano a una posibilidad constitucional que permite a los Estados provinciales hace acuerdos entre sí.
La obra del Túnel es una maravilla que fue posible por los adelantos tecnológicos de un mundo que, ese mismo año, conquistaba la Luna. Pero no es el interés de esta nota volver sobre eso que, afortunadamente, se conoce bien. El Túnel es también una maravilla política.
En primer lugar por lo que dijimos ya: la Constitución Nacional permite, o reconoce, que las provincias pueden celebrar tratados entre sí, siempre que no revisten carácter político.
Y eso fue lo que hicieron Entre Ríos y Santa Fe, inaugurando el ese precepto constitucional porque hasta entonces no había antecedente de acuerdos.
El Túnel nació en democracia y se inauguró durante un gobierno de facto.
Como para el gobierno de Arturo Frondizi el enlace vial no constituía una prioridad en materia de obras públicas, las provincias avanzaron. Pero había un problema, sin la anuncia de la Nación no se podía construir un puente porque los ríos, también por orden constitucional, son de jurisdicción federal para su navegación.
La idea para sortear el inconveniente se le ocurrió al abogado Jorge Ferreira Bertozzi, asesor de Uranga y funcionario de su gobierno en el Banco de Entre Ríos.
En una carilla y media fundamentó que el enlace se podía hacer con un túnel que se extienda por debajo del agua, en terreno sólido que es jurisdicción de las provincias.
Historias no escritas
En el acto de inauguración estuvieron el gobernador que comenzó la construcción, Raúl Lucio Uranga, y el interventor militar que construyó gran parte, Ricardo Favre. La relación entre ambos era horrible. Tanto que hubo un desafío cruzado para batirse en duelo con armas. Llegaron a poner padrinos para el enfrentamiento, pero primó la razón y el duelo no se llevó a cabo.
El 13 de diciembre de 1969, Uranga fue a la inauguración pero con la condición de no cruzarse con Favre.
En el almuerzo realizado tras la inauguración en el Paraná Rowing Club hubo entrega de tres tipos de medallas. Una para los gobernadores que iniciaron las obras, es decir Uranga y Sylvestre Begnis; otras para los interventores militares del momento, Ricardo Favre y Eladio Vázquez, de Entre Ríos y Santa Fe, respectivamente, y un tercer tipo para ministros. Hubo también medallas conmemorativas para que la gente pueda adquirirlas.
Las medallas con destinos específicos se entregaron en el almuerzo del Rowing. Allí Favre tomó la que correspondía a Uranga y reseñó sobre el rol que le cupo al gobernador radical intransigente en el inicio de las obras.
Uranga estaba molesto, inquieto y nervioso porque todo indicaba que Favre le entregaría la medalla. Pero no lo hizo. Al parecer todo era para molestarlo, porque cuando llegó el momento le pidió al dictador Juan Carlos Onganía que haga el obsequio al ex mandatario.
El reconocido abogado Marciano Edgardo Martínez es un testigo privilegiado de todo ese momento porque era ministro de Gobierno, Justicia y Educación de Entre Ríos. Militó en el mismo partido que Uranga, la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), luego convertido en Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), hasta convertirse en ministro de Favre. Pero siempre adhirió a la causa desarrollista, al punto que con el advenimiento de la democracia, en 1983, fue candidato a gobernador.
Martínez, a quien se lo conoce por su apodo Chano, fue corrector y redactor de El Diario, del que Uranga fue director antes que Arturo J. Etchevehere lo fuera.
“Te vas con el forastero”, le recriminó graciosamente, en cierta ocasión, Uranga a Chano Martínez.
Martínez fue un artífice necesario para que Uranga esté presente en el acto del 13 de diciembre de 1969. “Doctor, usted no puede negarse a sí mismo”, le dijo para convencerlo.
La ojeriza que se dispensaban Uranga y Favre nacía en que el militar pidió financiamiento nacional para completar la obra, mientras que el ex gobernador radical intransigente decía que ese era el principio de la entrega de la gran obra a la Nación.
En rigor de verdad hay que decir que eso no ocurrió. Y hay quienes sostienen que la obra no se hubiese podido completar sólo con el dinero de los tesoros entrerriano y santafesino.
Llegó el día de la inauguración y los dos hombres políticos, uno de la democracia y el otro de la intervención militar, seguían con sus silenciosas rencillas.
El enojo de Onganía
En el acto central hablaron el interventor Favre y el comerciante entrerriano Tranquilino Pereyra, entre otros. Al dictador Onganía le cayó mal que Favre dijera que el Túnel no iba a servir de mucho si no se instrumentaba un plan económico de fomento a la producción, de manera tal que por el viaducto pudieran pasar mercaderías, además de viajeros. “El Túnel no va a ser prodigio de desarrollo si no hay un cambio”, dijo.
Onganía no tardó en pedirle a Favre que renuncie al cargo de interventor, pero éste se declaró en rebeldía y resistió con el respaldo de la Fuerza Aérea, la embestida del militar del Ejército que comandaba a nivel nacional la autodenominada Revolución Argentina.
El discurso de Favre tuvo muy poca trascendencia porque El Diario jugaba inequívocamente a favor de Uranga en la disputa.
Marciano Martínez afirma que Favre era desarrollista en su concepción política y eso explica por qué muchas obras que se iniciaron en la gestión de Uranga, abruptamente interrumpida por un golpe en 1962, se completaron durante la intervención militar.
El ex ministro y luego convencional constituyente provincial en 2008 le contó a Revista Contexto que Favre tuvo la intención de afiliarse al partido de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, pero que falleció antes de poder hacerlo.
Frondizi presagia su caída
Se le llama Discurso de Paraná. Marciano Martínez afirma jocosamente que “se conoce en todos lados menos en Paraná” y refiere al mensaje que pronunció el presidente constitucional Arturo Frondizi en la capital entrerriana a la que había llegado para participar –luego de una supuesta resistencia a hacer la obra– del acuerdo entre las provincias de Entre Rios y Santa Fe para hacer la construcción subfluvial.
En ese discurso Frondizi anticipa el golpe que le habrían de hacer y alude a su secreto encuentro con el líder de la revolución cubana Ernesto “Che” Guevara.
El Che había participado en una sesión del Consejo Interamericano Económico y Social, en Punta del Este. El 8 de agosto de 1961 pronunció su discurso y luego voló clandestinamente a Buenos Aires.
Se encontró con el presidente argentino en la Quinta de Olivos, donde Elena Faggionato, la esposa del presidente Frondizi cocinó, a pedido de Guevara, bifes a la plancha. El ministro de Industria de Cuba no perdía el gusto por la gastronomía argentina.
La llegada secreta del revolucionario argentino-cubano puso los pelos de puntas a los militares, que terminaron haciendo el golpe de Estado al líder desarrollista.
Ese golpe fue presagiado o anunciado por el presidente en el Discurso de Paraná.
Regalo de aniversario
Volviendo a hechos ocurridos en Paraná con motivo del Túnel, se sabe ya que su inauguración ocurrió el 13 de diciembre de 1969. Hace hoy 50 años de eso.
El Chano Martínez contó una anécdota a esta revista digital, que explica por qué se tomó ese día para el acto.
Según el singular suceso narrado por quien fuera ministro, Favre tenía varias opciones de fecha para realizar el acto, pero terminó por inclinarse por el 13 de diciembre porque ese día, con su esposa, cumplían 26 años de casados.
“Le voy a regalar el Túnel”, bromeó y ordenó que el acto de inauguración se realice en la fecha indicada, que coincide, además, con el Día del Petróleo.