07/02/2020 - Entrevista

Tardelli: “Los periodistas que venimos de la gráfica solemos añorar lo que perdemos en el camino”

El programa de radio “En el Dos Mil También” arribó a su temporada número 22. En esta nota, su creador, Antonio Tardelli, habla de política, de medios y da un adelanto de un trabajo bibliográfico y de investigación en el que está trabajando sobre la vida de uno de los personajes más controvertidos de la política entrerriana.

Jorge Riani

Antonio Tardelli es un tipo que tiene una radio en la cabeza y unos parlantes en la garganta. Carga con cierta estela de seguidores de ese programa hecho a imagen y semejanza de su delirio. Programa del que supo hacer una marca ya longeva en el imperio de los proyectos truncos.

Gremialistas estatales, políticos consumados, estudiantes universitarios, pequeños comerciantes, psicobolches jubilados, radicales indignados, peronistas risueños, algún estudiante afiebrado de ETER. Cualquiera de esas especies puede quedar enredada cuando se hurga en el baúl de radioseguidores de Tardelli.

¿Nueva juventud política militante en las calles? Tardelli debería aterrizar también a ese predio poblado de chicos-hombres y chicas-mujeres deseosos de hablar de política y escuchar hablar de política. Pañuelos verdes, naranjas y de los colores que vengan. Seguro que el capataz de “E2T” abraza las causas, pero debe ir en busca de sus más genunios… digámoslo así por una vez: vocer@s.

Su forma de ejercer el periodismo algo de interesante debe tener para el establishment político (tres gestiones seguidas en un cargo político es digno de membresía) porque ese establishment lo escucha. Aunque sea un ratito por semana lo escucha.

Es cierto que Tardelli –ahora escoltado por Sebastián Martínez– se nutre de las buenas cosas que otros colegas escriben en diversas plataformas. Ellos, Tardelli y Martínez, amplifican y siempre citan, abrazados a los códigos de oficio.

Novedad: Tardelli invitó a Juan Cruz Varela, el periodista especializado en temas judiciales, a sumarse al equipo de radio para este ciclo. Más allá de la forma amistosa-precaria laboral que significa ese amorío radial, digamos que se trata de una estrategia de potenciamiento aceptable. Tardelli suma a Varela. Varela suma a Tardelli. 

Tardelli se la ha pasado buscando subir a su barcaza a quienes él considera que deben ser parte de una travesía lanzada en aguas turbulentas. Son turbulentas las aguas, claro que sí, y por eso mismo los sobrevivientes consideran (consideramos) al programa de Tardelli como una escuelita de radio.

Toda escuelita tiene un profesor. El que está al frente a veces es arbitrario, a veces insufrible, siempre exigente. El programa tiene su buena estela ganada en 22 años de volar por el aire. Y sigue arriba.

La proximidad de la apertura del nuevo ciclo, que continúa en FM Litoral (103.1, de lunes a viernes, de 17 a 19), ofrece una oportunidad para indagar en el pensamiento del conductor de uno de los programas políticos más escuchados en la capital entrerriana.

–El lunes 10 de febrero comienza una nueva temporada de tu programa, “En el Dos Mil También”. ¿Por qué número vamos?

–Empezamos el lunes 10 y es la temporada 22.

– Veintidós… el loco. ¿Alguna celebración especial por eso?

–Es un programa que me dedico a mí (N. de la R: eso fue un chiste, por lo del loco).  Volvemos más o menos como siempre, con algunas incorporaciones. Como siempre estamos también cambiando la artística y esas cosas.

–¿Tenés idea cuánta gente pasó (pasamos) por el programa?

–Hoy estaba pensando eso. Yo digo que con algún nivel de continuidad pasaron unas treinta personas. Imagino. Ponele. No sé.

–¿Y alguna sección que el programa haya pedido en el camino y que estés lamentando? Internacionales, por ejemplo.

–Hicimos internacionales, sí. Y hace falta. En una época hicimos también un resumen editado con las voces del día, lo que para una producción chica requiere cierto esfuerzo. Eso no está más y estaba bueno. Pero no hay que entrar a lamentarse por lo que se perdió en el camino. Entre otras cosas porque sabemos cuáles son las limitaciones del medio. Prefiero centrarme en ver qué podemos generar de relativamente novedoso. De todos modos, los periodistas, sobre todo los que venimos de la gráfica, solemos añorar lo que perdemos en el camino. Del dato que no entró en la nota, de la pregunta que te quedó afuera, que en realidad al público no le importa nada, porque ni siquiera se entera que estuvo en la cabeza de alguien añadir un dato que al final no entró. Pero a nosotros nos invade la idea de que algo importantísimo quedó afuera.

Antonio Tardelli diciendo: “¡oh!”.

–Hablaste de “los que venimos de la gráfica”…

–En realidad yo no vengo de la gráfica. Vengo de la televisión y de la radio.

–Pero tenés muy metido el formato gráfico. El del respeto a la palabra, pero a la vez sos El Señor Radio acá, porque 22 años de un mismo programa… La pregunta es: ¿dónde te sentís más cómodo? ¿Ese pez a qué pecera pertenece?

–Evidentemente a la radio. De todos modos, lo más difícil pero que a la vez entrega más satisfacciones es la gráfica.

–¿Cuál entrevista te viene a la memoria de estos 22 años?

–La menos importante de todas: a un legislador que salió borracho a las siete y cuarto de la mañana. Ni me acuerdo qué es lo que dijo pero no me puedo olvidar de que estaba totalmente borracho. Me acuerdo también que sacamos a un juez que lo único que dijo fue “no le puedo decir nada”. Le dije “buen día” y eso fue toda la entrevista.

–¿Para qué te atendió? Pero vos, cero esfuerzo para que hable (risitas).

–Bueno, por lo menos salió para decir eso, que está bien.

–Me acuerdo de la entrevista que le hiciste al (ex) concejal Danilo Corona en la que admitió, casi dormido, temprano, que se utilizaron un millón de dólares de Aportes del Tesoro Nacional para la campaña política peronista de 1997.

–Sí, dijo algo que después fue importante en el juicio por los ATN.  Otra: cuando (Fernando Pascual) Gan fue diputado nacional dijo algo complicado respecto de los nariguetazos de los legisladores en el Congreso. Y cosas de ese tipo. Pero la verdad es que no soy de pensar en términos de “guau, que golazo esta entrevista”. Me acuerdo algunas entrevistas atemporales donde pegué cierta sintonía con el entrevistado. Charlas que disfruté: una charla con Rafael Bielsa que vino a presentar un libro sobre los ‘70. Disfruto mucho esas charlas que no están estrictamente vinculadas con la actualidad.

–Sé que estás escribiendo algo serio y largo sobre el ex gobernador Sergio Montiel.

–Es mi tesis de Ciencias Políticas, que se ha extendido bastante más de la cuenta, y que algún día, probablemente, adquiera el formato de libro porque se trata de una biografía. No te voy a decir nada más (N. de la R: ¡otro chiste!).

–No, no. Aprovechemos a hablar porque es un personaje controvertido. Como hombre público, hizo obras perdurables, mientras que como político generó rechazos fuertes. ¿Montiel es los dos? ¿Con cuál nos quedamos? ¿Cuál prevalece?

–Hoy estaba corrigiendo una página que habla exactamente de eso. El problema de caracterizar a Montiel es que se trata de un gobernador que se enfrentó a muerte con el ministro (neoliberal) Cavallo y dos días después derogó la Semana de la Memoria. Entonces, la pregunta es: ¿cuál de los dos es Montiel? Y me parece que la complejidad del personaje, y lo que hace a su riqueza, es que el tipo fue los dos.

–Es un personaje con una dualidad demasiado compleja para un país adepto a buscar dioses o demonios. Cuesta bastante, parece, apelar a la honestidad intelectual que permita decir qué cosas buenas tuvo alguien y qué cosas malas.

–Ah, sí, sí, sí, sí. Es cierto. Tengo la sensación, aunque a esta idea habría que trabajarla un poquito más, que Montiel hizo las mejores y peores cosas de la democracia desde 1983 hasta acá. Y eso habla del personaje. Por eso me parece atractivo.

–Cuando Montiel murió escribí un perfil de él en la revista Análisis (donde ya no trabajo; no, no), en la que lo comparé, en algunas cosas, con Néstor Kirchner. Eso me valió el enojo de montielistas y kirchneristas. Algo que noté es que el kirchnerismo genera, también, adhesiones absolutas y rechazos absolutos en buena parte de la sociedad.

–Le dije eso mismo a alguien cercano a Montiel… me odió. Creo que, siendo personajes distintos, los dos tenían una idea de supremacía de la política por sobre los sectores sociales. Y, en el caso de Montiel, por lo menos en la esfera pública, aparecía más marcado su perfil autoritario. También el perfil autoritario de Kirchner estaba mucho más velado.

–Seguramente. No es lo mismo la capital argentina que una provincia. En la metrópolis se disipan esos rasgos.

–El momento histórico además… Porque el peor kirchnerismo no fue el de Néstor, sino el de Cristina. El primer Néstor fue un tipo que me gustó mucho. Me gustó mucho. Acaso porque había cosas que no sabíamos de él. Ahora bien, es difícil pensar el esquema de corrupción del kirchnerismo sin el cerebro de Néstor.

–¿No creés que los medios tratan a Cristina Kirchner como en su momento trataron a Yrigoyen? Encuentro gran similitud: hasta sembrar dudas sobre el título de abogado, por ejemplo.

–Son momentos muy distintos. El diario Crítica de los años ‘30 tiene poco que ver con Clarín de los años ‘90 y 2000. Quien quiera encontrar en la prensa conservadora elementos de hostigamiento contra gobiernos populares, siempre los va a encontrar. También quiero pensar, sin ser ingenuo, que la prensa necesariamente debe cumplir un rol de contrapoder. Entonces tiene que mantener, por lo menos, una situación de contrapoder de turno. Se llame, Kirchner, Macri o Alberto Fernández. Entiendo lo que vos decís y hasta lo suscribiría. Si querés también te sumo a Alfonsín, por cómo lo trató la prensa.

–Y a Illia.

–Y a Illia particularmente. Pero aún admitiéndotelo me cuesta sumarme, en este momento, a visiones conspirativas de enemigos contra gobiernos sedicentes populares. Todo eso me recuerda al lawfare. Hoy vi que el radicalismo de Paraná inscribe la condena a (Sergio) Varisco dentro del lawfare. Yo venía diciendo en la radio que si algo bueno hizo el radicalismo de Paraná fue que no denunció el lawfare, y lo acaba de hacer. Si abrazamos esa causa, bueno: bajemos la persiana porque descubriremos que no hay modo de investigar al poder en la Argentina. Olvidate de Varisco y hablemos del peronismo. En el ‘55 no se lo podía investigar porque era la Revolución Fusiladora; en el ‘76 no se lo podía investigar porque era la dictadura militar; en el ‘99, cuando se va Menem, era la alianza gorila reedición del ‘55; en el 2015, la derecha. O sea, siempre hay algún argumento para que al poder no se lo investigue. Eso tiene bastante poco que ver con el estado de derecho. El problema de la Argentina no es la corporación de la derecha, los medios y el Poder Judicial para investigar a los gobiernos. El problema de la Argentina es la impunidad. Justamente lo contrario.

–Bueno, pero la imposibilidad de resolver el problema no hace justo al sistema. Yo también creo en ese contrapoder del periodismo, pero mientras tanto Daniel Santoro, una de las principales espadas de Clarín, está sospechado de contribuir al armado de causas judiciales. Y los jueces o fiscales trabajan con servicios de inteligencia de dudosa reputación. Acá, en Entre Ríos, Emilio Castrillón denunció una trama de armado de causas desde algún sector del gobierno y de la prensa.

–Es cierto lo de Santoro y muchas otras cosas. El problema es: ¿usamos a Santoro para pugnar por un periodismo que investigue sin las distorsiones o las desviaciones en que incurrió Santoro o usamos a Santoro para impugnar cualquier clase de periodismo de investigación? Al poder que es investigado le interesa impugnar toda investigación.

–Podría decirte que ese es un problema del poder, en todo caso. Lo que uno dice de Santoro no se puede decir de Hugo Alconada Mon.

–Exactamente. Pero en la bolsa caen todos, eh. Yo te pregunto una cosa: ¿qué opina un fanático kirchnerista de Alconada Mon?

–Creo que pensará lo mismo que un macrista, que estuvo encantado con Alconada Mon hasta que investigó sobre los Panamá Papers. ¿No ensucia un proceso que podría ser justo un medio como Clarín, que ha hecho operaciones evidentes? Pienso en lo de la cuenta de Máximo Kirchner de la que habló Santoro y que no era tal.

–Si vos mañana denuncias algo desde tu revista o desde la corresponsalía de La Nación, ¿aceptarías que alguien te lo deslegitimara porque una vez La Nación mintió? ¿O porque Clarín alguna vez mintió? Entonces miremos caso por caso. Porque la operación, el error, la equivocación, la falta de rigurosidad, la falta de prolijidad, te alcanzan para desmentir todo.

–Saquemos el kirchnerismo. Vamos a Evo Morales. De pronto leés que vivía como un jeque árabe y cuando te ponés a repasar la noticia o ver las fotos, te das cuenta de que vivía como cualquier persona, incluso en instalaciones para el presidente de ese país. Se aventa mucho el odio a la política desde los medios, y eso es preocupante porque cuando hay que denunciar algo de verdad, la prensa se encuentra también desacreditada.

–¿Hizo o intentó un fraude Evo Morales? Si lo hizo o lo intentó, no lo perdonemos por el hecho de que es víctima de una operación en otra cuestión. El problema es blanco o negro, derecha o izquierda, conservadores o progresistas, neoliberales o populistas. Tenemos la obligación de adscribirnos a uno de esos espacios y legitimar la chanchada del espacio con el que más simpatizamos.

–Por eso insistía en la honestidad intelectual para criticar. A vos, ¿no te enojan de igual manera los números que dejó Macri en la Argentina como te enoja el kirchnerismo? 

–A mí el macrismo jamás me entusiasmó y por eso no me genera una particular decepción. Todo lo que pensé es que el macrismo podría administrar el sistema capitalista de una manera más exitosa en términos de la mentalidad de un empresario. O sea, que le fuera bien, como le fue bien, muy entre comillas, al Menem más exitoso. Eso es todo lo que yo esperaba que podía pasar con el macrismo. Y no pasó. El macrismo fracasó en sus propios términos. Ahora, un kirchnerismo que juega en términos de centro-izquierda me genera mayores decepciones e indignaciones que el macrismo.

–Vamos a un ping pong con los gobernadores de la democracia. Montiel.

–De los políticos entrerrianos del ‘83 para acá, el de mayor envergadura personal, y el gobernador que menos debe a su estructura partidaria las gobernaciones que asumió. Montiel le debe al radicalismo mucho menos de lo que cualquiera de los otros gobernadores que tuvo esta provincia, incluido Busti, le debe al PJ.

Busti.

–Un tipo muy habilidoso en términos políticos con demasiados niveles de sospecha, pero además me parece que ninguna de sus gobernaciones, con sus luces y sus sombras, tuvo un proyecto estratégico claro. No pensó una provincia hacia el futuro. Los perfiles de los gobernadores que hemos tenido de 1983 para acá marcan el retroceso relativo de Entre Ríos respecto de lo que fue hace cien o ciento cincuenta años esta provincia.

–Moine.

–Jamás pensé en decir esto: creo que Moine es un tipo enormemente limitado como dirigente político; con una formación casi nula o vergonzosa. Tengo recortada una pregunta que un periodista le hace en su despacho de gobernador. “¿Qué le dice ese retrato de Artigas en su despacho?” Y el gobernador de Entre Ríos respondió: “No me dice nada”. Aún así, debo decir que, dentro de su muy particular concepción de la honestidad, fue un gobernador honesto. Le puedo valorar que dijo “yo recibí plata del sindicato gastronómico para mi campaña”. Estoy revisando papeles viejos y encontré también que en el año 1991 dijo “una empresa me puso 25.000 dólares para mi campaña”. ¿Qué dirigente dijo eso?

–Urribarri.

–También me parece limitado en relación con los otros y con sospechas de corrupción a grandes niveles. Uno cree haber visto todo y siempre eso es superado, sin perjuicio de que pueda ser una persona con la que se pueda conversar de política y que me haya respetado profesionalmente.

–Cumplió una gestión y te puedo preguntar: Bordet.

–Bordet es un peronista que si lo tirás en medio de un congreso radical, pasa desapercibido.