11/05/2020 - Ética y estética del gran cronista que contó todo desde Paraná

Cómo será el mundo después de la pandemia, querrá saber Amaro Villanueva

La ciudad y el mundo del siglo XX están exquisitamente contados en la literatura periodística de Amaro Villanueva. Las obras completas permiten dimensionar al gran escritor y militante humanista. Quiso saber cómo sería el mundo después de la Guerra. Se preguntaba cosas y anticipaba respuestas.

Jorge Riani

Amaro Villanueva escribió sobre el siglo de las conflagraciones mundiales. Habló del amor en medio de las guerras sin quedar enredado en la banalidad rosa de quienes no miran más allá de la eslora que se extiende hasta la punta de sus narices. Lejos de eso, Amaro Villanueva fue un cronista de una riqueza literaria y una valentía política destacadas.

La publicación de las obras completas por parte de la editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos permite tener, todas reunidas, la vasta y heterogénea colección de artículos que Villanueva escribió entre los años 1942 y 1946.
Paraná en la década del veinte pedía certificados de vacunación.
Amaro Villanueva nació con su siglo y fue un exquisito cronista de su devenir. Lo contó todo. Lo bueno, lo malo, lo lindo, lo feo. Lo de acá y lo de allá. La reunión de sus obras demandó tres tomos de casi mil páginas cada uno. El repaso por el tercer tomo permite dimensionar la estatura del cronista, del hombre de redacción.

Hizo el trayecto periodístico soñado por los periodistas de su tiempo: “El Diario” de Paraná (el de antes, no el que está hecho por los cadetes), “El Litoral” de Santa Fe, “La Capital” de Rosario y “La Nación” de Buenos Aires. De forma simultánea o alternada, esas eran las hojas en  las que los mejores periodistas y poetas entrerrianos querían escribir, y seguramente también en otros órganos de prensa que quedaron en el camino, pero que ayudaron a convertir a esta ciudad en la meca de los diarios, donde cada facción, cada sector tenía su propia tribuna impresa.

Es evidente que Villanueva considera a su escritura como un vector ético, con reivindicaciones y maldiciones desplegadas según las temáticas. Reparte elogios y reproches porque se erige como un periodista que, como tal, sabe que es capaz de tener tantos y tan buenos amigos, como enemigos de similar talla.

No pasa por la vida de manera inadvertida ni se desvive por gustar. Cómo hacerlo, en un siglo donde la industria se puso a disposición de la muerte, donde se abrieron campos de concentración y exterminio, donde se mataba al “otro” hasta hacer montañas de cadáveres.

Al interventor Carlos María Zavalla, un nazi que los oficiales del Ejército mandaron desde Buenos Aires para parodiar el cargo de gobernador, lo trata como debe ser tratado en la prensa libre y valiente. Ahí se ve al hombre culto y ético hablando de un canalla, y las formas de sus palabras no atenúan el peso de la denuncia ni de la indignación que le causa la presencia de un personaje nefasto.

También el periodista ético y culto puede elogiar con la misma intensidad apasionada. Eso se descubre al leer algunos artículos como el que describe a Laura Bonaparte. ¿Qué valor tiene su escrito sobre esa mujer independiente que supo luchar por sus derechos laborales y políticos? El valor de poder desplegar elogios sobre el presente y emparentarlo con situaciones del pasado. Es fácil fijar postura sobre situaciones pretéritas, lo valioso es poder tener el mismo criterio y estar del lado de los justos en tiempo presente. Y Villanueva tiene una postura coherente en ese sentido.

Villanueva defiende a la luchadora gremial Bonaparte en medio de la furia de la facción más conservadora de la sociedad y de la furia también de las firmas comerciales que seguramente anunciaban en el diario donde él escribía sus artículos.

Y el valor que tiene la nota es que el autor no permite que se malversen los ejemplos éticos del pasado. Ya entonces era costumbre en muchos, se ve, estar del lado de los “buenos” en la historia, y vivir un presente del lado del opresor. Por esos días se iban a cumplir 159 años del nacimiento del general Francisco Ramírez, y Villanueva no estaba dispuesto a tolerar que quienes atacan a una dirigente gremial se llenen la boca de efemérides.

“En otros tiempos, los de Varela y de Hidalgo, los de Echeverría, Mármol y Gutiérrez, los de Ascasubi, Del Campo y Hernández, ya andaría celebrándose en versos militantes la entereza moral de esta muchacha argentina a la que ha tocado en suerte servir de ejemplo para la mujer de las democracias, en una hora de poetas retorcidos, que no saben de romances ni de metro menor, ni de nada en que se exprese seriamente el alma del pueblo, de modo que no es de extrañarse demasiado de que la buena prosa se vea sometida a juicio de una asamblea de empleados de comercio, porque el discurso responde a las tres condiciones esenciales del postulado clásico: sentir hondo, pensar alto y hablar claro”.

Villanueva es un comunista de su tiempo; humanista y sensible. Como lo han sido esos otros gualeyos: Juan L. Ortiz, Juan José Manauta, Emma Barrandeguy. “El futuro será como nosotros querramos que sea”, dice en la nota sobre Laura Bonaparte.

No cae en panfletismo cuando habla de aquello por lo que lucha esa muchacha paranaense, desafiando el status quo y el conservadurismo reinante: sueldo en tiempo y forma, y la necesidad de “los trabajadores de estar todos unidos en la acción para afrontar el futuro”.

 

Progresista

Amaro Villanueva es un escritor progresista porque busca imaginar una sociedad más justa. Habla de la democracia y se lanza a pensar en cómo será el mundo después de la guerra mundial. Solo una persona culta y conciente como él puede cuestionar las formulas del momento y permitirse pensar más allá.

Para el 12 de octubre de 1944 escribió un artículo que tituló “¿Qué sentido tendrá el Día de la Raza?”. Claro, dos años antes el genocida Hitler había anunciado la matanza de la mayoría de la humanidad por cuestiones raciales. “Uno de los conceptos que deberá ser revisado al término de esta guerra será el de raza, que tanta gravitación ha tenido en la mística del actual conflicto”, escribe y advierte sobre “la significación imperial” del concepto de raza.

Reflexiona también sobre el rol del arte en el contexto de guerra. La pieza “¿Cómo serán las películas de cine?” constituye una magnífica elucubración sobre el séptimo arte, su uso político y el futuro que le espera tras la conflagración.

Cree el escritor entrerriano que tras la guerra debe advenir un tiempo de democracia plena: democracia en la economía, democracia cultural, democracia racial, democracia en el tratamiento de los sexos, dice.

 

Creativo

Las notas de prensa que reúne el tercer tomo editado por Eduner, muestran un despliegue de estilos y conceptos. Y presentan al periodista creativo que encuentra en pasajes de la vida cotidiana el argumento para adentrarse en situaciones profundas.

Un paseo circunstancial, una charla casual, un encuentro en la diagonal de la Plaza 1º de Mayo constituyen el marco que dan lugar a exquisitos artículos que enseñan por el contenido y causan placer por el modo de decir. Es que Villanueva, además de todo lo dicho, escribía como los dioses.

“Ella, de unos diecinueve años que eran un solo ramo estival, un solo grito insurrecto, un desordenado batir de bronces tocando a rebatos, acodada en la baranda de un palco, con unos finos brazos desnudos y realzado el busto, como un lirio, por una vorágine de albos organdíes, inclinaba el rostro sobre el de su amigo, que empinaba el suyo para hablarla”. Así comienza una crónica sobre los carnavales.

La charla que Villanueva tiene con un lector católico sobre el significado de la “Patrona de Paraná” es de una creativa irreverencia digna de celebrar. Como periodista de El Diario le ha tocado escribir sobre la Virgen del Rosario, al llegar su fecha, pero se permite ver desde otro costado el asunto tan caro y arraigado en la sociedad del momento. Y si la Virgen tiene devotos en Paraná, tras haber sido retirada de San José del Rincón cuando una inundación lo arruinó todo allí, qué deberían pensar los habitantes de aquel poblado santafesino, donde la Virgen no demostró igual actitud protectora. “A los dioses, las vírgenes y los hombres hay que computarles por igual tantos sus buenas como sus malas pasadas”, se despachó Villanueva.

¿Qué pasó con su interlocutor católico después de la reflexión? “Y el hombre me saluda y se va, con un encendimiento sólo comparable con el del crepúsculo que enrojece el horizonte, hacia el oeste, y entona de púrpura la cúpula de la Catedral, parecida al cielo”. Polémico sin perder el arte de la escritura. Eso es también Villanueva.

La saga de notas tituladas “Perrerías” son una muestra más de creatividad e erudición. Villanueva está tomando algo en un bar cuando llega un perro y se tira entre las mesas. Un parroquiano habitué lo insta a que escriba sobre ese animal. El resultado es genial: una serie de notas sobre perros, donde se entrelazan pasajes de la historia, reflexiones, buena escritura y hasta polémica de la que toman parte lectores de ésta y otras provincias.

Por Villanueva se puede conocer la Paraná de su tiempo y la de antes también. A través de su escritura desfilan los hombres que hicieron el estado moderno de la Confederación Argentina. Enseña sobre Juan María Gutiérrez con la misma dedicación y pasión con la que lo hace con los hombres de su tiempo que merecen referencia de su pluma.

Con este escritor uno entiende que la buena narrativa y la profusión de datos son compatibles y pueden convivir muy bien dentro de una gran nota.

Los nombres del glosario paranaense toman sentido y profundidad al leer o releer sus escritos. Desde Pedro E. Martínez hasta Martiniano Leguizamón adquieren vida concreta en sus palabras. Juan María Gutiérrez es uno de los personajes predilectos de Villanueva. De él rescata su carácter republicano, de un hombre trabajador e idealista que eludía la lisonja por la que otros se desvivían.

El barrio de los negros libertos, la apertura de calles, el significado urbano de las plazas, los bares, las costumbres del momento que Villanueva advierte como dignas de ser contadas para la documentación y conocimiento posterior. Todo eso forma parte de la literatura periodística de José Napoleón Amaro Villanueva.

Usted llegó a este punto para saber qué respondería Villanueva sobre la pandemia. No lo sé. Pero buque que seguro que algo hay. Escribía más rápido que la voracidad de la lectura y la destreza del archivero.

Un policía controla la libreta sanitaria a un paranaense que regresa a la ciudad en la década de 1920.