En el Día del Trabajador de 1921, una patota integrada por patrones con armas de fuego, policías, campesinos contratados atacaron un acto en la plaza principal de Gualeguaychú. Mataron a 17 personas, entre las que había un niño de 4 años y un adolescente de 15.
Jorge Riani
“Acá ocurrieron hechos terribles, donde los obreros que, por supuesto eran socialistas, anarquistas y comunistas llevaban como emblema la bandera roja». Con esas palabras comienza Ateo Jordán a narrar los trágicos hechos del 1º de Mayo de 1921, en Gualeguaychú. Trágica por la muerte, pero histórica por la dignidad de los trabajadores que reclamaron por sus derechos e hicieron frente al atropello de las bandas patronales, amparadas, éstas, por la Policía.
Ateo Alcides Jordán cuenta en el film documental Bandera Roja lo que escuchó de su padre, uno de los obreros que sufrieron la brutal represión por parte de la denominada «Liga Patriótica», que era el brazo armado de la oligarquía más concentrada que también tenía presencia en Gualeguaychú.
El 1º de mayo iba a ser el día de los dos actos. Uno, de trabajadores; otro, de patrones que organizaron un gran almuerzo como contra-celebración y argumento para reprimir y matar.
Bandera roja es el nombre que lleva la película de Santiago Fiorotto, donde se narran los hechos de aquella jornada sangrienta. Ateo también atesoró la historia a través de un libro que tituló como Cien años de historia en la lucha obrera, suceso que tuvo a su padre como protagonista, integrando el colectivo de los trabajadores.
De hecho, Ángel Jordán integró la Federación Obrera Departamental Gualeguaychú que realizó el acto por el Día del Trabajador, aún cuando la jornada no era solo para recordar a los Mártires de Chicago, sino también para luchar por jornadas laborales de ocho horas y por otros derechos elementales para los obreros entrerrianos.
Ese día de 1921, en la ciudad del sur de la provincia hubo dos actos. Uno oficialista y otro de obreros. Por un lado, la Liga Patriótica que se concentró en el Hipódromo; mientras que, por el otro lado, los trabajadores realizaban su encuentro en la Plaza Independencia, que hoy es la Plaza San Martín, de Gualeguaychú.
Los obreros acudieron al acto para recordar a los sindicalistas norteamericanos asesinados en 1886. El acto de reivindicación a la clase trabajadora estaba integrado, especialmente, por obreros del puerto: hombreadores, estivadores, carreros y trabajadores rurales, pero también empleados en comercios y fábricas.
El clima era tenso porque dos meses antes, un encuentro de trabajadores en Villaguay se había convertido en una batalla campal.
Ser obrero, tener conciencia de clase y pelear por los derechos podía ser una sentencia de muerte por aquellos años. Eran muchos los hechos de represión que implicaron matanza de trabajadores en la Argentina. En 1919, la Forestal y la Semana Trágica; en 1921, la Patagonia Rebelde y también ese mismo año sucedieron las matanzas en Gualeguaychú y en Villaguay.
Casi un siglo
Hace hoy 96 años, la plaza principal se convirtió en un campo de batalla. Los trabajadores habían llegado con sus familias a celebrar la jornada. Participaban del acto portando su bandera roja. Roja del sindicalismo, roja de las raíces anarquistas, roja de sangre vertida por la represión en esa jornada.
A la bandera la llevaban dos trabajadores: Ángel Silva y Celedonio Iglesias, y muchos escoltaban a los abanderados. «Déme ese sucio trapo rojo», le requirió un jerarca policial que llegó al acto con toda la intención de generar una resistencia que luego sería respondida con pólvora.
Los trabajadores no quisieron entregar la bandera y empezó el tiroteo. Los primeros disparos llegaron desde el campanario de la Iglesia, donde se habían apostado sin mayores problemas de ingreso los francotiradores de la Liga Patriótica.
Silva recibió un balazo en la cabeza. Iglesias, dos balazos en el estómago. Fueron los primeros muertos de la jornada. Las balas de los patrones, que eran las balas estatales de los policías, no se detuvieron ahí.
También mataron a una adolescente de 15 años llamada Adela de la Cruz y a un niño de 4 años llamado Pedro Hernández. No sólo hubo armas de fuego sino también ataques con machetes que portaban las gavillas que armaron los represores. Justo Moreira, un obrero federado, como se llamaba a quienes integraban la entidad sindical, recibió un machetazo en el lado derecho de la cabeza.
Contamos en el libro Entre Ríos Secreta algo sobre aquella fatídica jornada. «Ateo aún conserva la bandera. Rojo sangre, olor a pólvora y sabor a luto concentra ese lienzo, desteñido, hecho jirones. Pero también la esencia de la dignidad, como las manchas que la humedad dibujó en 80 años la empapan».
«Como preanuncio de lo que iba a pasar, la noche anterior al acto, los paisanos traídos a la estancia, alcoholizados y a caballo, andaban a los gritos y a los tiros por las calles de la ciudad, sembrando el temor en la gente, que no se animaba a salir de sus casas por miedo a recibir algún balazo de estos nefastos personajes», escribió Ateo en su libro.
Cuanta que los asesinos de obreros o la mal llamada Liga Patriótica se organizaban en brigadas. Una de esas brigadas estaba encabezada por el padre del joven muerto meses antes en Villaguay, Alberto Montiel.
Ocho vaquillas y 1.600 litros de vino reafirmaban la convocatoria a los paisanos en esa concentración del Hipódromo que, de otro modo, no le sería propia si no fuera por el interés de los mandamases que necesitaban de sus servicios para reprimir a los obreros.
«A los postres –sigue el libro de Ateo Jordán en referencia al mitin de los represores– hicieron uso de la palabra el mulato Carlés, Sixto Vela, Alberto Montiel, Andrés Rivera y cerrando los discursos Eufemio Muñoz que, aprovechando que los paisanos estaban bien adobados, les dice que unos rusos quieren cambiar la bandera por un sucio trapo rojo. Acto seguido afianza su discurso diciendo: dé el ejemplo y pegue el grito ‘a sacarse los ponchos que en el otro mundo no hace frío’. A continuación los arman con fusiles y revólveres y se dirigen a la plaza».
Contamos en el libro Entre Ríos Secreta que «la tensión le ponía lastre al aire y el estallido llegó cuando una bala salió del campanario de la iglesia San José. Ángel Jordán nunca olvidará el lugar de donde provino el proyectil. Lo recordará también el día en que inscribió a su hijo con el nombre Ateo».
Jordán tomó la bandera que cayó de los brazos de sus compañeros asesinados. Ateo aún la atesora, como también atesora el recuerdo que le dejó su padre de aquella jornada en que en la plaza de Gualeguaychú, donde chocaron la prepotencia de los patrones con la dignidad de los obreros.
La película Bandera Roja fue realizada por el entrerriano Santiago Fiorotto (dirección), junto a Nicolás De Olazábal (producción), Gastón Merino (sonido), y Leandro Ronchi (fotografía). Se trata de un trabajo que formó parte de la tesis de la tecnicatura en Artes Audiovisuales, del Instituto Superior de Cine y Artes Audiovisuales (ISCAA) de Santa Fe, cursado por Fiorotto. A continuación, se incluye el film.