El mediodía en la capital entrerriana, cuando el sol furioso debatía preponderancia con nubarrones esperanzadores e insuficientes, se vio sacudido por el video de Dolores Etchevehere, denunciando, como lo viene haciendo, a su familia. Pero mostrando también su alianza con Juan Grabois, el líder del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Y amigo del papa Francisco.
Jorge Riani
“No hay que discutir, hay que in-sis-tir”. La frase que solía repetir el difunto Zahorí Etchevehere parece que fue la que tomó su hija Dolores, cuando decidió denunciar al resto de su familia: madre y hermanos.
Este jueves 15 de octubre, lo que Dolores Etchevehere hizo fue insistir. Insistir con su reclamo por donde más le duele a su familia, acostumbrada a pelar agenda y mover contactos.
Había ido a la Justicia entrerriana. Habló con funcionarios y se pasó días y días en el enlatado edificio judicial de calle Laprida, en Paraná.
En Paraná se movía sola y clandestinamente. Si buscaba a un periodista para hablar, lo hacía en un lugar lejano al éjido porque se escapaba de la mirada de su familia. Sintió que tuvo poco eco en su ciudad, aunque algunos la escucharon y publicaron. No alcanzaba.
Mientras tanto, su familia, denunció ella, apelaba a la agenda frondosa de contactos.
Dolores cambió de agenda. No le costó tanto porque quienes supimos de ella cuando era una adolescente a la que su padre, obligado a someterla al rigor del trabajo, enviaba como correctora de El Diario en tiempos de vacaciones escolares, veíamos a una suerte de rebeldona niña bien. Una de ellos que hablaba con nosotros.
Los trabajadores de El Diario sabíamos que con los meses de verano, además de las chicharras y la necesidad de encender el Carrier industrial para toda la Redacción, llegaba Dolores a corregir o asistir alguna correctora.
Sabíamos que vivía en Buenos Aires, que había escandalizado a su familia al ir a ver a Mercedes Sosa, cuando llegó a Paraná apenas la democracia quedó sin efecto la lista negra de la dictadura.
Supimos, por comentarios, como esos comentarios que corre entre los empleados sobre sus empleadores, que una vez Zahorí, su padre, debió ir a Buenos Aires de urgencia porque Dolores había tenido un altercado doméstico con su hermano Sebastián y lo había denunciado en una comisaría, como ahora lo denuncia ante todo el país junto a sus otros hermanos y madre.
No era la costumbre, y la niña bien, domiciliada en su departamento familiar de calle Guido, en plena Recoleta, no dudó en ir a denunciar a su hermano.
Estas evocaciones pueden servir para acercarse al perfil de alguien de una familia que, como ella misma presenta en el video, es una de las familias más fuertes de Entre Ríos.
Sabemos de eso.
Cuando Dolores dice que las tropelías de su familia ocurrieron “bajo la mirada de fiscales, jueces y políticos, y la participación necesaria de contadores, abogados y escribanos” lo hace con una dicción intimidante. Hay nombres detrás de esos cargos.
Está diciendo, si vienen con una agenda de contactos yo también tengo la mía. Y buscó a Juan Grabois como abogado y percutor de una acción decidida y fuerte. Es una jugada riesgosa y magistral.
Grabois socializa las tierras de Etchevehere. Soñado para quienes alguna vez pronunciaron la expresión “reforma agraria”.
Dolores golpea y recupera algo de lo que estaba perdido por el propio poder de su familia. No equivocarse, esto no quita lo bueno que pueda haber en su intención de donar el 40 por ciento de su herencia al Proyecto Artigas, que es como le llaman a lo que Grabois quiere hacer en las tierra del burgués Luis Miguel Etchevehere y su familia.
Todo lo que dice Dolores fueron notas en distintos medios. Este periodista las escribió en la revista Análisis hace algunos años y otros, en otros medios.
La expoliación al Estado, precisamente en uno de los rostros más lindo del Estado como es una escuela rural, fue denunciado ya. Lo supimos antes, lo constatamos con Dolores hace un tiempo y ahora ella lo dice a toda la sociedad. Es importante escuchar lo que dice. Y hay que tomar nota, no sólo sobre quién arrebató, sino también hay que preguntarse sobre la autoridad que dejó arrebatar los bienes colectivos.
Estamos hablando de correr un alambrado en un campo para incluir como propio tierras de una escuela rural en Santa Elena. Y hacerlo con la venia oficial. Si un solitario funcionario judicial decidió avanzar en la denuncia penal, en aquella oportunidad, es digno de ser aplaudido. En ese momento no había cámaras ni Grabois. Pero el poder político de esta provincia, hace algunas décadas, permitió ese expolio.
Dolores está atravesada por el pedigree de su familia. Eso generó una desconfianza inicial en muchos de los ex empleados periodistas de su diario, pero se ganó, ella, el aplauso de muchos sectores que están buscando visibilizar alguna situación. Ecologistas, feministas y despojados, como ella misma dice en su video.
Grabois le creyó y fueron juntos para generar un hecho político extraordinario.
En su pedigree, Dolores puede aludir a su bisabuelo, el ex gobernador radical Luis Lorenzo Etchevehere, que es uno de los nombres de las once gobernaciones radicales entrerrianas que los radicales menos conservadores reivindican con cierto o mucho orgullo.
Su bisabuelo fue un progresista. Su hermano un conservador. Su bisabuelo hizo la colonización social de tierras fiscales, su hermano fue ministro de Macri.
Dolores podría mostrarle a Grabois lo que hizo el ministro Bernardino Hornes.
“Luis Lorenzo Etchevehere fue un gobernador que el radicalismo entrerriano exhibe con cierto orgullo porque dejó obras como el Banco de Entre Ríos –que era la herramienta financiera para los colonos y productores más chicos– y el proceso de colonización social del campo entrerriano. Un buen radical que enumere de memoria las acciones de los gobernadores de su partido, dirá que Etchevehere creó el Banco provincial, fomentó las cooperativas y convocó a la convención constituyente para hacer una carta magna moderna y progresista”.
Eso escribimos en el libro recientemente editado “El imperio del Quijote”, sobre la verdadera historia de El Diario que ocultaron los Etchevehere. Otro despojo.
El libro avanza sobre la metamorfosis hacia el conservadurismo al que se autosomete la familia Etchevehere.
“Algunos integrantes del clan familiar consideran que el carácter huraño de Arturo J. fue forjado por su propio padre, el viejo gobernador. Como si por ser el único hijo varón eso lo condenara a ser maltratado para verse convertido en un fuerte mandamás, como ansiaba su padre”. Eso escribimos en el libro. El patriarcado, claro, siempre presente.
El video de Dolores Etchevehere no tiene palabras de más. Todo lo que dice tiene un sentido, incluso cuando admite que en el colmo de su indefensión firmó algún papel, por lo que se nos ocurre pensar que podría ser referido al intento de acordar con sus hermanos, que naufragó.
Hay que decir que a Luis Miguel Etchevehere le sirve la radicalización que hizo Dolores. Si Grabois está del otro lado, profundicemos la grieta, pensará el mayor de los hermanos.
Hábil, se adelantó a denunciar a Grabois por la toma de tierras. Pero Dolores le creó una jaqueca a la familia. Viene también con su agenda.
Si Luis Miguel fue ministro, su hermana es la aliada de Juan Grabois, el líder que habla de desposeídos y se entrevista con el Papa.
Zahorí Etchevehere no está para mediar en peleas de hermanos como cuando eran veinteañeros, pero ahora cincuentones jugándose millones de dólares.
La exclusión de Dolores de la herencia fue, quizás, un error de cálculo si es que se priorizó lo económico pensando que lo político no jugaría.
Cuando el viejo Zahorí se encontraba con alguna jugada inesperada y de mal final, solía preguntar a todos para anticipar la respuesta a su propia pregunta:
“¿Quién es boludo? El que hace boludeces”.
Quizás Zahorí hubiera pensado que ponerla en frente a Dolores era una boludez. Habría sido mejor, para el clan, cuando cantaba su rebeldía en el recital a Mercedes Sosa y corregía páginas de El Diario en sus vacaciones escolares.
Como sea, lo que surgió este jueves 15 de octubre, rompe la monotonía de un día caluroso y de pandemia. Es un hecho político notable.