08/05/2023 - Alejo Peyret. Fundador de ciudades, impulsor de la educación, revolucionario de dos continentes

Un francoenterriano fuera de serie

En París no era cualquier ciudadano: era un revolucionario que debió exiliarse por la frustración del movimiento que integró. Llegó a Entre Ríos y se puso bajo la protección de Urquiza. Junto al caudillo ideó un sistema de colonización agraria que no quedó en los papeles. De esa experiencia nació la entrerriana San José y la santafesina Esperanza, entre muchas otras. Fue un periodista valiente, un político decidido, un librepensador jugado, un ciudadano del mundo. Dio clases en la universidad y estando en esta provincia sentó las bases para una constitución de Francia. El nombre: Alejo Peyret.

Jorge Riani

Alejo Peyret murió hace 121 años. Tenía 78 años cuando su humanidad emprendió el camino hacia la nada a la que conduce la muerte. Desde su último latido, el 26 de agosto de 1902, hasta hoy han pasado –dijimos– 121 años: 43 años más que lo que le demandó su vida.

Desde el 11 de diciembre de 1826 –día de su nacimiento– hasta hoy, el mundo ha girado más tiempo con Alejo Peyret ausente que con Alejo Peyret haciendo las tantas cosas que hizo en pie.

Sin embargo, su nombre es vigencia. Calles, plazas, escuelas fueron bautizadas con el nombre del ilustre francés-entrerriano, y aunque para la gran mayoría de personas que andan por ahí su nombre no signifique nada, Peyret es vigencia por dos cosas: por todo lo que dejó en cuanto a construcción social, y por una agenda de temas o cosas por hacer en la que aún no hemos podido avanzar.

Nos dejó tarea, Peyret, antes de morir. Pero todavía las cuentas pendientes ocupan una larga lista y él –con lo mucho que hizo– no pudo realizar todo lo que ideó, concretar todo lo que soñó.

Proyectó la colonización agrícola y social que dio paso a pueblos emprendedores, fomentó la producción y la industria, fue un pionero del cooperativismo, la educación popular, creó el primer registro civil de la República Argentina y como periodista no fue un tibio: denunció los abusos y pisoteos a la autonomía provincial por parte del poder central.

Fue un gran argentino nacido, criado, educado en Francia. Llegó a estas tierras exiliado cuando se frustró un intento de revolución que lo tuvo como partícipe en París, mientras el calendario gastaba las páginas del 1848.

Estaba en su plenitud cuando sentó las bases para una constitución francesa. Sí, el entrerriano Peyret hizo una constitución para Francia. Es que se sentía profundamente francés, tanto como argentino porque era un hombre internacionalista.

Para él, los ideales de progreso humano no se recortaban en las fronteras dibujadas por guerras y dominios. Creía en el ser humano y atacaba con vehemencia la superstición y el oscurantismo.

La agenda

Para el periodista, profesor de filosofía y ex convencional constituyente entrerriano Américo Schvartzman, el Bicentenario de la República Argentina debería plantear el desafío colectivo de “recuperar la agenda de Peyret”.

–¿Qué nos dice la agenda de Peyret, Américo?

–Eso que denomino la agenda de Peyret son los ideales de él mismo: federalismo, igualitarismo, parlamentarismo más democracia participativa, descentralización y municipios autónomos; laicismo, renta básica, reforma agraria, que en mi opinión son temas pendientes que nos planteó don Alejo.

Schvartzman tituló Peyret y Goliat un ensayo con el que ganó un premio nacional. Allí presenta a don Alejo como “un personaje curioso y poco conocido de la historia nacional”.

“Fue colaborador del General Urquiza, de quien obtuvo protección para promover las luces y el progreso en la Entre Ríos conducida por el caudillo ilustrado. Profesó un socialismo romántico y, a la vez, cientificista”, avanza Américo Schvartzman en cuanto a la definición del perfil filosófico del personaje. Y agrega: “Defensor a ultranza del federalismo; paladín de la separación de la Iglesia del Estado, fue un masón militante y creía con fervor que la revolución económica llegará después de la revolución política, siendo su complemento inevitable; la igualdad política engendrará la igualdad social”.

Cataloga como una de los aportes más interesantes de Peyret al concepto de democracia agraria. “Peyret hace un planteo de que entre la estancia y la colonia (las dos formas de producción que a partir de su labor comenzaron a convivir en Entre Ríos) había una contradicción insoluble y de cuya resolución dependía el futuro de la república”, escribe y cita luego al francés. “Ha llegado el momento de decidir cuál de estas dos señoras ha de sacrificarse, le escribe a Urquiza, en la saint-simoniana ilusión de que éste, irrepetible espécimen de estanciero ilustrado e industrialista, comprendiera su idea igualitaria y optara por liquidar a esa señora que era precisamente la base de su poderío”.

De los principales legados quedaron las colonias y sobre ellas se destaca San José, en la parte orienta de Entre Ríos. Cuando Urquiza y Sarmiento visitaron el lugar, Peyret los recibió con un discurso: “Hace dieciocho años esos grandes ríos que riegan el Edén de la tierra invitando a la actividad humana a verificar en sus orillas las múltiples labores que aseguran el bienestar y la libertad, esos ríos corrían en medio del desierto, de la soledad, casi inutilizados por un sistema retrógrado, herencia fatal del coloniaje, de la conquista y de todas las vetustas preocupaciones”.

Fue un hacedor, pero antes un idealista. En otra ocasión declaró Peyret: “¿Dónde hay mejores aguas? ¿Dónde hay tierras más fértiles? ¿Dónde hay clima más suave? ¿Dónde tanta facilidad para vivir? ¿Acaso puede verse nada más bello que las orillas del Paraná y el Uruguay, y no son estas provincias destinadas por la Providencia para ser la mansión dichosa de millones de seres humanos, todos libres, todos iguales, realizando un ideal de sociedad desconocido todavía en la tierra?”

Si la evolución de la vida en sociedad es el resultado del devenir entre progreso y regreso, la obra de Peyret no fue excepción y no le faltaron reveses.

Fomentó la inmigración y para batalló que se reconozca la libertad de cultos. “De estas tierras saldrá el nuevo modelo de sociedad para todos los hombres del universo”, se ilusionó. Pero el mismo año de su muerte, el Congreso de la Nación aprobó la Ley de Residencia que determinó la expulsión de militantes obreros extranjeros, principalmente anarquistas y socialistas.

Qué más hizo

Además de diseñar el modelo de colonización, el hombre nacido en Serres Castet apostó por la educación. Creó bibliotecas y escuelas y dio clases en el Colegio del Uruguay y en la Universidad de Buenos Aires cuando debió abandonar Entre Ríos, tras la denuncia periodística que hizo sobre los excesos de la intervención federal.

“Cultor de la verdad cuando se trataba de defender lo que consideraba justo, sin medir riesgos ni consecuencias, fuera en lo público como en lo privado, poco después del asesinato de Urquiza, dio a conocer sus cartas sobre la intervención federal a la provincia de Entre Ríos. Por su actitud resuelta y valiente vióse obligado a dejar la administración de la Colonia, radicándose en Buenos Aires”, escribió en su biografía Juan Antonio Solari.

Cuando se inauguró el busto que recrea su imagen en el entrerriano Colegio del Uruguay, se dijo de él: “La cátedra de Peyret creó una escuela: la escuela del libre pensamiento. Sus alumnos, desde las altas esferas del gobierno, la tribuna popular y la prensa fueron los autores o colaboradores principales de nuestra libertad constitucional”.

Además, Alexis Pierre Louis Edouard Peyret –tal su verdadero nombre– tuvo energía y tiempo para impulsar innovaciones tecnológicas, fomentar cultivos desconocidos en estas latitudes, militar políticamente y escribir. Publicó sus Cuentos Bearneses, en Concepción del Uruguay en 1870.

Desde 1995 sus cenizas se guardan en el cementerio de San José.

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El huevo y la gallina

Hacer una ciudad, como San José, no fue tarea que se respalde en una idea –por magna que sea–, simplemente.

Hubo que resolver cuestiones prácticas de la vida también. Peyret pensó la ciudad de San José y para ella se decidió fomentar la avicultura.

“Las primeras gallinas de la colonia San José provinieron de huevos traídos de la región suiza de Valais. Vinieron conservados en harina y fueron puestos a incubar inmediatamente de llegados. Resultó todo un éxito la primera pollada”, escribió Pablo Schvartzman en “Entre Ríos en anécdotas”. Y agregó: “Es interesante destacar que los huevos se iban a traer sumergidos en sal, pues se pensaba que era la mejor manera de conservarlos, pero hubo quien sugirió la harina como mejor preservante, por lo que trajeron partidas en ambas formas. Los que fueron traídos en sal se echaron a perder y, en cambio, los sumergidos en harina se conservaron perfectamente  y dieron excelente resultado en su incubación”.