Enrique Carbó Ortiz, que gobernó Entre Ríos entre los años 1903 y 1907, tiene un momento en la capital provincial. La escultura es obra de José Fioravanti, artista al que se lo suele referenciar por ser el autor de las esculturas de los lobos marinos en Mar del Plata y de piezas escultóricas en el Monumento a la Bandera pero que tiene una vasta obra que cautivó en los salones parisinos.
Jorge Riani
“Un varón consular baja a la tumba”. Con esa frase, la prensa entrerriana informaba la muerte, en febrero de 1920, de Enrique Carbó Ortiz.
Algunos años más tarde, la expresión sería rescatada en un libro de 214 páginas, publicado por la Comisión Monumento a Enrique Carbó y también en alguno de los muchos discursos que se escucharon en oportunidad de la inauguración de ese monumento, ocurrida el 12 de octubre de 1929.
De eso hablamos en esta nota: del monumento al abogado que se doctoró en la Universidad Nacional del Litoral a los 20 años de edad, el mismo que fuera luego defensor de menores e incapaces, juez, docente, intendente de Paraná, senador nacional, gobernador de Entre Ríos y ministro de Hacienda de la Nación.
Hablar del Monumento a Enrique Carbó, levantado en la plaza de igual nombre -que al momento de publicarse esta nota se encuentra en refacción integral por parte de la Municipalidad de Paraná- es hablar del ex gobernador de origen conservador, pero es también hablar del autor del homenaje pétreo, el gran artista José Fioravanti.
El lugar escogido para levantar el monumento fue la plaza que ya con su denominación homenajea a Carbó y que se encuentra en la manzana que se extiende a espaldas de la Casa de Gobierno de Entre Ríos, sobre las calles Alameda de la Federación, México, Córdoba y Santa Fe.
El monumento se dispuso para ser visto, esencialmente, desde la recoleta Alameda de la Federación.
Para solventar los gastos del monumento se hizo una colecta popular, con contribuciones del gobierno entrerriano y la Municipalidad de Paraná. La colecta giró por toda la provincia, incluidas las escuelas del sistema educativo. Fue así que 27.925 niños y niñas de las escuelas públicas entrerrianas hicieron sus aportes. A eso se sumaron los aportes de 85 niños del Colegio Adventista y 2.115 contribuyentes particulares. Todo eso suma la cantidad de contribuyentes que financiaron económicamente a esta pieza escultórica: 30.125 personas. En el libro aparecen los nombres de todos esos aportantes.
Como bien dijo en oportunidad de dar su discurso el presidente de la Comisión Monumento a Enrique Carbó, allí confluyen ricos, de apellidos conocidos, e ignotos trabajadores.
Hay que aclarar que el monumento está en el pleno corazón cívico de la capital, pero es un bien procurado y logrado por toda la provincia puesto que las contribuciones giraron por gran parte del territorio entrerriano.
El monumento
La obra de Fioravanti fue descripta en el discurso del presidente de la Comisión Monumento a Carbó, Manuel de Tezanos Pinto. Dice así y transcribimos sin intervención:
“Como veis, no hemos hecho una estatua sino un símbolo; hemos preferido las dotes de su alma a su envoltura: lo excelso a lo trivial”.
“Así será más provechoso en enseñanza y habrá ganado en arte. Enseñará con la feliz conjunción de los valores morales traducidos en belleza, en una belleza sobria y por lo tanto perdurable”.
“Vosotros mismos habréis visto destacarse en la síntesis de la obra de Carbó, las características de su espíritu simbolizado: El Saber, que culmina el monumento: un hombre de formas sobrias y acción serena en actitud pensante. La Probidad, a un lado, en figura de mujer cubierta desde su cabeza, dejando libre la expresión tranquila en su rostro, con la mano derecha en alto, en un gesto de religiosa imponencia. Al otro lado, La Firmeza, en un hombre fuerte, que empuña un cetro de roble en su diestra, y en cuyo continente, sin violencias y sin gestos, impasible y severo, se advierte la voluntad irreductible”.
“Al frente, la cabeza del patricio, como en aquellas viejas medallas de Roma, que muestran, a través de los siglos, la efigie recortada de un cónsul ilustre”.
“Y cubriendo su espalda, el legendario emblema entrerriano; porque Carbó fue muy nuestro”.
“Dominan en el conjunto -estilizando el arte griego con algo de romana indumentaria- las líneas de serena belleza”.
“Es así, en esta soberbia concepción plástica, como define a Carbó el joven maestro del cincel, genial en el ritmo de la formas, en el equilibrio de las masas, como en la armonía del conjunto. Imbuido en las épocas lejanas de los austeros creadores de sobriedad clásica, imprime en las líneas su estilo propio juzgado ya en la Ciudad Luz, desde lo más alto de las columnas de su prensa, que sólo hablan al mundo cuando rubrican glorias”.
“El Pueblo a Enrique Carbó. No es una frase banal de circunstancias. Breve y sintética, dice aquí la verdad: el pueblo quiso el homenaje y lo dispuso, y treinta y un mil contribuyentes de toda clase y de todo credo político, desde el primer mandatario, doctor Laurencena, hasta el humilde obrero; desde el niño hasta el anciano, han cubierto con exceso el valor de este magnífico exponente de admiración y gratitud”.
Hasta ahí, el textual de Tezanos Pinto.
Es muy singular el grupo escultórico ideado por Fioravanti. La figura destacada del monumento, la que aparece en lo alto, es la alegoría del Saber, como ya se ha dicho.
Carbó, la figura del ex mandatario propiamente, aparece en un bronce sobre relieve, rodeada de la que hasta entonces era la flor nacional: la pasionaria, es decir la flor del Mburucuyá, que había sido propuesta como tal por un grupo de biólogos, pero que fue desplazada por el ceibo, con respaldo de una elección popular, un año antes de la inauguración del monumento que nos ocupa.
El autor
Casi la mitad del libro está dedicado al autor del monumento, José Fioravanti. Para lograr ese nivel de documentación y referencia, los editores del libro recurrieron a transcripciones de la prensa entrerriana, porteña y europea.
Leyendo, se puede descubrir quiénes sugirieron el nombre del artista para hacerse cargo de la creación escultórica que nos ocupa en esta nota: el pintor Ernesto de la Cárcova, que al momento de hacer la sugerencia desempeñaba el cargo de presidente de la Comisión Nacional de Bellas Artes; el pintor Cupertino del Campo, director del Museo Nacional de Bellas Artes, y otro eminente pintor, en este caso entrerriano: Cesáreo Bernaldo de Quirós. Ellos fueron quienes propusieron que el homenaje entrerriano sea puesto en manos de Fioravanti.
El libro que se nos revela como una gran fuente, para mayor referencia reproduce artículos de la prensa francesa sobre la personalidad artística del joven escultor.
Le Figaro escribió de él: “José Fioravanti es un argentino que viene a someter al juicio de París (Galerie Barbazanges) las obras donde ha impreso fuerza fisonómica, un bello acuerdo entre el estilo y la ejecución extremadamente cuidadosa, sin perjuicio de la grandeza real de los caracteres”.
“Buenos Aires, la segunda capital latina del globo, nos envía un estatuario de proporciones miguelangelescas: Fioravanti”, dice Le Journal. Y L’Umanité: “Después de haber principiado con obras sentimentalmente expresivas, Fioravanti, en sus grandes piedras y en sus bajorrelieves, busca hoy las grandes construcciones arquitecturales del cuerpo humano para dotarlas de sensibilidad”.
París Midí: “La manera de Fioravanti, su saber y el equilibrio que da a sus masas le permiten abordar sin riesgo los asuntos de amplitud majestuosa. Ha estudiado la antigüedad y sus maestros griegos, etruscos y caldeos. Velos a través de las edades y del espíritu del escultor”.
Vale la pena una referencia más de la prensa. L’Amerique Latine: “Se podría oír el grito de las rosas partiendo a la conquista del ideal: ¡Fioravanti! ¡Flores adelante! Podríais pensar que es un poeta de Francisco de Asís. Es el nombre de un joven escultor argentino de claro rostro, iluminado por la sonrisa encantadora de la juventud y la llama del entusiasmo”.
Lo transcripto es solo para dar dimensión del tratamiento que tenía este autor que, como se ha dicho en algunos artículos de prensa más cercanos en el tiempo, gozó del reconocimiento de París en momentos de Rodin y Bourdelle.
El homenajeado
Es notable cómo habla Eduardo Laurencena de Enrique Carbó. Lo notable está en que destaca enteramente su accionar de mandatario público aún cuando ambos han pertenecido a signos políticos enfrentados. El primero hijo de uno de los fundadores del radicalismo entrerriano, Miguel Laurencena, que fuera candidato a presidente de la Nación; el segundo es una referencia ineludible de los conservadores de la provincia que llegó a ser ministro nacional. Ambos fueron gobernadores de Entre Ríos.
Sobre eso, sobre esa valoración interfuerza, profundizó, al anunciar la inauguración del monumento, el diario El Tiempo, que bajo la conducción de Silvano Santander representaba en la prensa el ala personalista de la Unión Cívica Radical. Así escribió aquel diario radical yrigoyenista: “La inauguración del monumento al doctor Enrique Carbó, levantado mediante el esfuerzo del pueblo de la provincia, que en una rara conjunción de sus corrientes de opiniones más opuestas y de sus actividades más diversas, ha querido perpetuar en el bronce imperecedero el recuerdo de las nombres virtudes públicas y privadas de aquel gran ciudadano, y la austeridad ejemplar de uno de sus grandes gobernantes, suscita en nosotros un sentimiento de vida simpatía. Y aunque parezca raro, fresco todavía en la memoria el recuerdo de las pasadas luchas políticas que exaltaron al gobierno de la provincia y de la Nación a nuestro partido, de cuyo credo y de cuya idealidad fue el doctor Carbó decidido adversario y activo combatiente, una gran serenidad y una noble inspiración nos dominan para el juzgamiento de su obra y su personalidad”.
El Diario, también radical pero enrolado en el antipersonalismo, tuvo palabras elogiosas con el contrincante cuando hizo el anuncio de la inauguración, en 1929. “Enrique Carbó contaba con el reposo, el juicio, el dominio y la clarividencia de los estadistas, cuyas obras repercuten a la distancia y cuya fisonomía, patinada por el tiempo, la historia, jalona en el afianzamiento de los principios fundamentales de la civilización humana. Bastaría decir que el doctor Carbó educó y administró para merecer el bien de la patria”.
El libro al que echamos mano constituye un valioso documento para conocer más sobre las acciones de gobierno de la gestión de Enrique Carbó. Lo valioso radica en los conceptos, en los datos y se realza en que no abunda material histórico sobre los gobiernos conservadores. Podríamos arriesgarnos a decir que en la provincia, con el cambio de matriz política y social, con el ascenso del radicalismo primero y del peronismo luego, con ambas fuerzas políticas e ideológicas en plena vigencia, pero también con la discontinuidad del conservadurismo como fuerza política, con todo eso, decimos, los conservadores no tienen quién le escriba en Entre Ríos, aunque en el caso de Carbó el que escribió en piedra fue José Fioravanti, nada menos.